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Por Juan Turello. Con el dato de inflación -4,6% en junio-, el Gobierno nacional terminó la semana anterior con una sonrisa, tras varios errores no forzados en pos de lograr un objetivo clave en la actual coyuntura: la salida del cepo al dólar, señala mi nota en La Voz.
La suba de los precios fue por debajo de los pronósticos de los economistas privados (estimaban 5,5%), aunque supone una pequeña aceleración en relación con mayo: 4,2%. Ahora, el desafío es controlar el precio del dólar. Veamos de qué se trata.
Con la “fase dos” del plan, la variación de precios debería ser menor a 4,2% mensual, para converger a 1% a fin de año, estiman en el Ministerio de Economía.
La eliminación del cepo permitirá sincerar los precios de la economía y facilitará las operaciones comerciales.
Con ello, la gestión de Javier Milei espera que la actividad comience a recuperarse, luego de las caídas verificadas en junio en la industria, en la construcción y en el comercio minorista.
La actividad había crecido en abril y en mayo en relación con el mes precedente, aunque aún mantiene un marcado retroceso en comparación con iguales períodos de 2023.
La medición de los errores no forzados comenzó a usarse en el tenis y rápidamente se trasladó a todos los deportes.
Esa métrica permite identificar las equivocaciones propias que no han sido provocadas por las acciones del rival.
Milei y el titular de Economía, Luis Caputo, no han podido señalar una ruta clara para la salida del cepo.
Tras la sanción de la Ley Bases, Caputo y el presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Santiago Bausili, anunciaron que el Tesoro se hará cargo de “la deuda” del ente monetario.
A través de pases y otros mecanismos financieros, el Central absorbe pesos del mercado para evitar una escalada inflacionaria.
Pero, en la práctica, este mecanismo actúa como una “segunda emisión” por el interés que paga en tales operaciones.
La impresión de billetes se aceleró durante la gestión de Sergio Massa, desde julio de 2023, cuando el entonces ministro intentó revitalizar el consumo con el objetivo de ganar la elección presidencial.
El anuncio Caputo-Bausili, que se realizó el viernes 28 de junio, fue calificado por Miguel Kiguel, exsecretario de Finanzas durante la gestión de Mauricio Macri, como “efecto mariposa”.
En la teoría del caos, con ese nombre se explica que un pequeño movimiento puede generar grandes fluctuaciones en otros sectores.
El lunes posterior a la conferencia de prensa, el 1° de julio, el dólar blue cotizaba a $1.355; el viernes 12 de julio, llegó a $1500, una suba de casi 18% en solo dos semanas. Los dólares financieros también tuvieron un raid alcista y finalizaron en torno de los $1500.
Esos movimientos ya habrían impactado en el precio de algunos alimentos, según consultoras que miden esa evolución.
Mediante las llamadas letras fiscales de liquidez (Lefi), el Tesoro se hará cargo de los pasivos del Central.
Las Lefi demandarán un doble esfuerzo fiscal, ya que el Tesoro deberá generar ingresos por encima de los gastos del Estado, además de afrontar el pago de los intereses de las letras.
Para dejar atrás el cepo, el Banco Central necesita unos 10 mil millones de dólares, que deberían ser aportados por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos, ante la imposibilidad de acceder a préstamos del sector privado.
La vocera del FMI, Julie Kozack, echó un balde de agua fría a los anuncios de Milei y de Caputo, en el sentido de que se estaba negociando un nuevo acuerdo.
“No hay un cronograma” en la negociación de un nuevo acuerdo con el FMI, recalcó la vocera, en otro de los errores de comunicación del Gobierno.
En buen romance, esa declaración supone que la negociación se entablará recién en octubre, luego de la asamblea del FMI en el otoño boreal.
Las dudas sobre el plan de Caputo-Bausili y las idas y vueltas en torno al cepo alimentan la incertidumbre y provocan el refugio de los inversores en el dólar.
El Gobierno ansía que Messi, Di María y sus compañeros desdibujen hoy esos sinsabores, aunque sea al menos por unas horas.