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Por Claudio Fantini. “La vieja es peor que el tuerto”, dijo el presidente uruguayo, José «Pepe» Mujica, sin saber que tenía el micrófono abierto. “Doble error de Mujica. Cristina no es vieja y Néstor era bizco, no tuerto”, escribí en mi Twitter (@claudioofantini), en una…
… apuesta a que buena parte de los intendentes y gobernadores argentinos suscribirían al calificativo “peor” respecto a la Presidenta.
Posiblemente, ya empezaron las presiones para que Mujica haga lo mismo que en su momento Jorge Batlle, que debió cruzar el río para disculparse llorando ante Eduardo Duhalde por haber dicho: “Los argentinos son una manga de ladrones”.
La diferencia es que, si bien quiso referirse a la clase dirigente, aquel mandatario colorado aludió a todos los argentinos, “del primero al último”. En cambio el inefable «Pepe» se refirió en los términos mencionados a Cristina Fernández, específicamente, y a su difunto marido; ergo, no ofendió a un pueblo, sino, en todo caso, a un gobierno.
El problema de los aludidos es que al líder frenteamplista se le reconoce lo acertado de sus juicios, aunque broten a borbotones en forma descuidada y poco diplomática. Lo prueba el libro Pepe. Coloquios, del periodista uruguayo Alfredo García, que lo cita, por caso, diciendo que “los radicales son buenos tipos, pero son unos nabos”.
En honor a la verdad, tomando en cuenta las dos últimas décadas y salvando numerosas excepciones, ¿no es acaso una definición que suscribirían muchos argentinos, incluso radicales?
El mismo libro cita a Mujica criticando al matrimonio Kirchner y describiendo al kirchnerismo como “una patota que mama mía”.
¿Se abatirá la ira cristinista sobre el brutalmente honesto presidente uruguayo? El canciller Héctor Timerman citó anoche al embajador uruguayo para hacerle saber que consideraba aquellas declaraciones como «denigrantes».
La sinceridad de Mujica está fuera de dudas. Mientras Cristina decía en Caracas que “los hombres como Chávez no mueren, se siembran”; su colega uruguayo se limitaba a justificar su último viaje a Venezuela como una cuestión de agradecimiento, y explicó que el exuberante líder bolivariano había socorrido al Uruguay en dos sobresaltos económicos.
En todo caso, el problema de la Presidenta argentina es que nadie duda de la buena fe, la humildad y la honestidad del mandatario oriental.
Sus palabras incomodan, pero, sobre todo, por lo difícil que resulta refutarlas.