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Oberdán Rocamora para Jorge Asís Digital*. “Marcos Peña es nuestro John Kennedy”, confirma la Garganta eufórica. El primer peñista es Mauricio Macri, Presidente del Tercer Gobierno Radical (TGR).
A su vez, Macri representa, en el peñismo, “el límite de lo viejo”.
Llamativa sociología signa el fenómeno peñista, que aún no revoluciona las ciencias sociales.
Salvo esporádicas excepciones, en PRO nadie puede ser más viejo que Mauricio. Tiene 57 años.
La cuestión de la edad funciona como una frontera culturalmente generacional. Aunque sin la gravedad del texto de Adolfo Bioy Casares (ver “Diario de la Guerra del Cerdo”).
El exclusivo militante de PRO, más viejo que Mauricio, es el embajador Diego Guelar. Tiene 66 años y fue despachado hacia la embajada en China.
“Fue a China sólo porque no existe un destino más lejano”.
Otro embajador bastante mayorcito para PRO es Ramón Puerta, que tiene 65, pero es peronista.
Trasciende que fue Puerta quien lo inició en política a Macri. Pero lo despacharon hacia España.
Otro peronista perdonable es José Octavio Bordón, que tiene 71 y fue de embajador a Chile. Se trató de un pedido especial de los radicales (abducidos) de Mendoza.
Consecuencia exitosa de la Fundación Creer y Crecer, el PRO es el ámbito donde prospera el peñismo.
Por lo tanto en PRO no se puede ser viejo, ni gordo, ni negro.
La sentencia se comprueba con la ilustración fotográfica de cualquier festejo político de la Fundación. Cuando se baila en el escenario, en la muestra estética donde no se encuentra un morochito ni para disimular.
Santiago de Estrada es el único funcionario pasadito en edad. Pero tiene a su cargo la Secretaria de Culto. Aunque el Papa sea argentino, el tema “cultos” le interesa apenas al colega Mariano de Vedia y al Presbítero Sergio Rubín.
La señora canciller Susana Malcorra es también pocos años mayor que Mauricio. Pero se la facturan también al radicalismo, el partido centenario que absorbió la Fundación.
Malcorra debe lidiar cotidianamente con otro peñista básico. Es Fulvio Pompeo, quien se ilusiona con la irrupción de la utopía. Que Malcorra gane la elección para Secretario General de Naciones Unidas, y libere la plaza en el gabinete.
Plaza de Canciller por la que aspira, también, Alfonso de Prat Gay. Es el ministro Prat Gay, para Marcos, un adversario interno del TGR. Como lo es Emilio Monzó y Rogelio Frigerio.
Tres excepciones que distan de identificarse con el peñismo. Y tampoco son, siquiera, PRO.
Monzó procede del peronismo. Frigerio del desarrollismo. Y De Prat Gay distribuía volantes progresistas por la playa, junto a la atractiva señora Victoria Donda.
De todos modos Mauricio es reticente. No suele recurrir a la lotería de los cambios. Tampoco nunca lo va a desplazar al impugnado Aranguren, el ministro de Energía.
Porque en realidad todos los funcionarios del TGR deben ser “arangurenistas”. Por solidaridad con Mauricio, que es quien se enterró solo. Ya que Aranguren se limitó, según nuestras fuentes, a cumplir las instrucciones, en la demencial auto-conspiración de las tarifas.
“Hacemos las c… nosotros, que somos b…, y después queremos que nos salve Lorenzetti”, confirma otra Garganta, anónima.
Entre los altibajos intensos, ahora Marcos mantiene un aceptable trato cotidiano con los tres antagónicos que lo culpan. De Prat Gay, Frigerio y Monzó.
Pero Marcos mantiene, sin ir más lejos, un tratamiento menos amable con la antagónica señora Gabriela Michetti. Trasciende, incluso, que Marcos, por culpa de Michetti, padeció un impacto espiritual que derivó en cierta cólera momentánea. Al notificarse que Mauricio, pese a ser el primer peñista, por indicación de Nicky Caputo decidía llevarla a Gabriela como vice presidente. Y no a Marcos, que se lo merecía.
Trasciende también que después Marcos aceptó que Caputo tenía, como siempre, razón. Porque al final ahora tiene mucho más poder como Premier -o mero Jefe de Gabinete-, que si hubiera sido el vicepresidente. Pero quienes lo responsabilizan a Marcos por la sucesión de malos momentos del TGR, sostienen que, en la práctica, Marcos no es Jefe de Gabinete. Que es, en realidad, un intérprete, un traductor de Mauricio, el primer peñista, o simplemente un vocero afectivo, de confianza, que cuida los últimos diez metros de acceso al Presidente y se especializa, sobre todo, en las aristas de la comunicación. Que es -para quienes lo impugnan- lo que anda efectivamente mal.
Porque está instalado que el TGR “comunica mal”. Y no es precisamente por culpa de Jorge Greco, el experto peñista moderado.
De todos modos Marcos está habituado a la cotidianeidad de las críticas, que le trasladen culpas.
Sostiene, al respecto, que sus críticos no entienden “el cambio de paradigma” en la comunicación. Devalúan su apasionamiento por los “likes”. Los clásicos vulgares “me gusta” de Facebook, que son más “gravitantes que las crónicas de Blanck, Obarrio o Fontevecchia”.
El peñista convencido, que no puede estar ausente en esta primera aproximación, es el pensador Jaime Durán Barba. Lo prepara y lo afina a Marcos, como si fuera su instrumento perfecto. Para ejecutar las notas sabias que signa su violín. Durán Barba y Marcos se atribuyen, por ejemplo, el mérito de no haber ido aliados con Sergio Massa.
Otro peñista convencido es Fernando de Andreis, Secretario General de la presidencia. Es el hijo de nuestra bella amiga Patricia Langan. Es quien le brinda a Mauricio -junto con Marcos- el “calor de hogar”. Su familia en el gobierno. Aunque entre Marcos y Fernando no alcanzan a suplir la inagotable capacidad de trabajo de aquel Horacio Rodríguez Larreta, que tanto favorecía a Mauricio en su apasionamiento por el descanso. Pero Rodríguez Larreta nada tiene que ver, según nuestras fuentes, con el peñismo. Al contrario. Compiten por la sucesión de Mauricio, el peñista principal.
Aunque indudablemente la segunda figura en importancia del peñismo es Pablo Avelluto, el ministro de Cultura. Consta que Avelluto participa a diario, con su palabra serena y desde las ocho de la mañana, de la primera de las infinitas mesas que Marcos atiende en la Casa de Gobierno. Por tantas mesas, a esta altura, la Casa Rosada es un bar. La Antigua Perla del Once.
Otro peñista que inquieta es el desconcertante filósofo Alejandro Rozitchner. Es el ideólogo transgresor que comparte, con Marcos, un pasado de convivencia familiar.
Con el virus románticamente progresista que no se diluye.
Para concluir la primera aproximación al peñismo hay que destacar que Marcos es el funcionario más pobre de todo el TGR.
Entre los peñistas, la austeridad republicana es motivo de mitificación. Fue pobre como alguna vez lo fue, por ejemplo, el primo Jorge Macri. Aunque la trayectoria que más se mitifica en el TGR es la de Mario Quintana. De pobre a millonario. Quintana, junto a Gustavo Lopetegui, consolida la ficción del peñismo. Le aportan solidez. Soluciones que le atribuyen.
Al percibir que Mauricio lo prepara a Marcos como sucesor, los peñistas se emocionan.
Es El Elegido. Aunque en el horizonte Marcos tenga que confrontar con las desmesuras de Horacio Rodríguez Larreta, que despacha, 24 sobre 24, en el maxiquiosco del Artificio Autónomo. Es donde acumula los maravedíes para su ambición.
Pero sobre todo Marcos compite, en el imaginario, con la señora gobernadora María Eugenia Vidal.
Mientras se fortalece como cuadro de reserva, la Gobernadora suele reportarse, con sospechosa modestia, a Rodríguez Larreta. O a su par, el propio Macri.
María Eugenia mantiene, con Marcos, un tratamiento casi cordial. Mientras construye, sigilosamente, el vidalismo. Es motivo de otra próxima aproximación teórica. Centralizada en La Chica del Flores de Girondo, que conserva una imagen que supera, con amplitud, a su pasable gestión como gobernadora. Por suerte nadie puede exigirle, para la provincia inviable, la menor viabilidad.
Oberdán Rocamora
(*) Imágenes y contenidos publicados en JorgeAsisDigital.com