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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Cuando tratamos el tema todos, sin excepción, opinan que delegar es beneficioso para la organización. Entonces ¿por qué no se delega? ¿cuáles son los inconvenientes? ¿por qué algunos gerentes, funcionarios y directivos se resisten?
Al delegar, los tomadores de decisiones se ven atrapados en un dilema que involucra a la confianza. Aunque un superior piense que confía en su subordinado, cuando llega el momento de delegarle algo importante, puede que tenga duda. Hay un temor a perder el control de la situación.
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En el centro de Argex, donde realizamos seminarios experienciales, brindamos a los grupos la posibilidad de realizar experiencias analógicas. Uno de los ejercicios “estrella” en estos seminarios se llama «la caída de confianza». Allí, se experimenta con claridad la ansiedad, la preocupación y/o los nervios al “dejar nuestra integridad” en manos de otros.
En el aprendizaje, los participantes comparan esa experiencia con la sensación que viven al delegarle trabajo a otras personas. Suele aflorar en ellos, un mecanismo de defensa que utilizan al sentirse inseguros.
A continuación, cuatro pasos fundamentales para delegar:
Más de una vez, observé a funcionarios, directivos y gerentes con una «gripe feroz» de supervisar cada detalle en un día de trabajo normal. Esta clase de personas viven bajo el lema: “si quieres un trabajo bien hecho, debes hacerlo tu mismo”. Estas frases gastadas reducen las posibilidades de mejorar e incorporar creativamente resultados más eficaces. Aunque estos administradores sean personas hábiles y dedicadas, si no delegan, tendrán dificultades en el momento menos esperado.