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Por Eugenio Gimeno Balaguer. Hoy, la ética parece no interesar a una gran cantidad personas. Hay tres elementos que son necesarios, para que una ética efectiva sea posible en la política: que haya un sistema de valores apropiado; «trabajar» con los problemas y el conocimiento del contexto.
■ 1. Un sistema de valores apropiado. ¿En qué creemos verdaderamente? ¿Cuál es el límite? ¿Qué comportamientos exhiben los dirigentes? ¿La gente cree en lo que lee o escucha, o sólo en lo que ve? Por ejemplo: si un vicepresidente acepta tener una conducta sin ética, ¿está condenando a todo el gobierno, a su equipo o a la imagen del país? Los valores nunca son esas palabras vacías que se colocan en los afiches o las paredes, o en los lemas de la campaña, sino aquellas cosas que las personas hacen todos los días. Podríamos decir: «Dime cómo actúas y te diré en qué crees».
■ 2. “Trabajar” con los problemas. El acoso político es comparable al acoso sexual. ¿Saben los políticos, sus asesores (especialmente), y los que conforman sus equipos, cómo resolver este conflicto? ¿Saben cómo facilitar el diálogo? ¿Son capaces de enfrentar en conjunto los problemas, utilizando observaciones y verdaderas evidencias, no «sensaciones»? ¿Son capaces de confrontar conductas faltas de ética?
■ 3. El conocimiento del contexto. Ser sensibles y conscientes de lo que sucede en el ambiente del país. ¿Se promueve la participación sin condiciones a partir de un cierto nivel? ¿Se registran los rechazos que la comunidad manifiesta? ¿Existen canales accesibles para que las personas puedan informar los problemas que sufren sin ser descalificadas o usadas políticamente?
Es cierto que hay «áreas grises» ocasionales, pero con patriótica actitud de nuestros dirigentes, pueden identificarse y abordarse. De todos modos, al reconocerse que esa oscuridad existe, son áreas de excepción y no la regla.
Hoy, existen notorios casos de acoso político y discriminación ciudadana enfundados en presunciones sin sustento, traídas de recuerdos interpretados tendenciosamente o de aventurados futuros que se imaginan con poca esperanza.
No hay que olvidar que existen conductas, acciones y decisiones que son correctas o incorrectas, independientemente de a quiénes o de a cuántos pueden beneficiar. A ellas deberíamos orientar la búsqueda de consensos, y aquí la ética tiene la palabra.