Por Sebastián Turello. Los Turello, junto a otros periodistas, visitó la planta de fabricación...
Autoridades del IAE y de Banco Macro, en una ceremonia conducida por la periodista Verónica...
La empresa Aguas Cordobesas celebró el cierre del programa “Construyendo Futuro 2024", con la...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. Crimea, la península de Ucrania, tuvo ayer otra escalada en la guerra fría que libran Rusia, por un lado, y la Unión Europea y Estados Unidos, por el otro. Vladimir Putin aceptó el pedido de incorporación y hubo un incidente militar.
Europa y Estados Unidos saben que Putin no se irá de Crimea. Disimuladamente, concederán al jefe del Kremlin ese territorio estratégico que domina el Mar Negro y el Mar de Azov.
La pregunta que los desvela es cómo impedir que se repita la historia de Chamberlain y Daladier. Aquellos mandatarios de Gran Bretaña y Francia que concedieron a Hitler los Sudestes checos y el corredor polaco del Danzig, sin poder evitar que a renglón seguido Alemania deglutiera el resto de Checoslovaquia y Polonia.
El “pangermanismo” con que los nazis interpretaban que todo territorio habitado por alemanes es Alemania, es lo que ahora aplica Putin en los países que rodean a Rusia.
En el 2008, cuando cayó el presidente proruso de Georgia, Eduard Shevardnadze, y llegaba al poder el nacionalista antiruso Nicolai Saakashvili, Moscú le quitó a los georgianos los territorios de Agbasia y Osetia del Sur.
Ahora, al caer el gobierno proruso de Víktor Yanukovich, Putin comenzó a mutilar Ucrania, ocupando los territorios habitados por eslavos de origen ruso y partidarios de la pertenencia a la Federación Rusa.
Si Europa y Estados Unidos repiten la historia de Chamberlain y Daladier, Rusia seguirá su expansión territorial con la anexión de todo el este ucraniano, donde la población es mayoritariamente prorusa. A renglón seguido, impulsaría referéndums como el de Crimea en Transnitria, la región de Moldavia habitada por descendientes rusos. Y también, con el mismo argumento, encontrarían tierras para anexar en los países bálticos y en Bielorrusia.
La razón histórica de Rusia y Ucrania respecto a Crimea, se divide. Es cierto que el territorio perteneció a Rusia desde que Catalina la Grande la ocupó en el siglo 18. También es cierto que Rusia defendió la península en la guerra contra Gran Bretaña, Francia, el Reino del Piamonte y el Imperio Otomano a mediados del siglo 19.
Rusia puso en marcha una expansión que nadie sabe cómo detener y que podría estar iniciando la construcción del heartland euroasiático que plantea el proyecto ultranacionalista e imperial de Vladimir Putin.
Pero tanto el Soviet Supremo como el Soviet de la Federación Rusa aprobaron el traspaso de soberanía de Crimea a Ucrania que hizo Nikita Khrushev en 1954. A Rusia no le gustó aquel traspaso, pero como Ucrania era parte de la ex Unión Soviética, Crimea seguía estando bajo dominio de Rusia.
La siguiente legalización de Crimea como territorio ucraniano ocurrió a mediados de 1990, cuando Ucrania cedió a Rusia los arsenales nucleares soviéticos que poseía, y les hizo firmar a Moscú y las potencias de Occidente un compromiso de respetar su integridad territorial.
El argumento ruso de respetar la voluntad del pueblo crimeano (de mayoría prorusa) expresado en el 96% del referéndum del domingo último, entra en contradicción con la posiciones de Rusia ante casos similares. Cuando se desintegró la Unión Soviética y Yegor Dudayev se convirtió en el primer presidente democrático de Chechenia, realizó un referéndum en el que la abrumadora mayoría de los chechenos votó por independizarse de Rusia.
Moscú no sólo consideró ilegal aquel referéndum, por las mismas razones constitucionales por las que Ucrania considera ilegal el plebiscito en Crimea, sino que además sometió a esa pequeña república caucásica a través de dos sangrientas guerras. Rusia tampoco aceptó el pronunciamiento del pueblo armenio de Nagorno-Karabaj a favor de separarse de Azerbaiján para unirse a la República de Armenia.
Pero el problema no es el cinismo del Kremlin al aplicar en Ucrania lo que rechaza en su propio territorio. El mayor problema es que el mundo está presenciando la expansión territorial de un país a costa de otro.
Con la única excepción de Israel en las Alturas del Golán y Jerusalén, se han dado reducciones territoriales por procesos independentistas (Timor, Sudán del Sur, Kosovo, y como podría suceder con Escocia y Cataluña), pero no expansiones por anexión.●