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Por Claudio Fantini. Al salir de la comisaría, el ex presidente francés Nicolás Sarkozy dijo que la imputación en su contra y la detención que habían sido parte de una conspiración del gobierno para evitar que recupere la jefatura de Estado, en la próxima elección .
Es cierto que la debilidad que padece el agobiado y desorientado gobierno socialista que encabeza Francois Hollande, torna posible la sospecha de que se intente, mediante un complot, desviar la atención hacia un escándalo que golpea de lleno a la centroderecha.
Pero también es cierto que Francia tiene una tradición de ofensivas judiciales contra la clase política. La corrupción ha sido una constante y prácticamente todos los gobiernos fueron acosados por procesos judiciales.
❝La corrupción ha sido una constante y prácticamente todos los gobiernos fueron acosados por procesos judiciales❞.
En la década de 1970, el presidente liberal Valery Giscard D’Estaing fue acusado de aceptar diamantes “regalados” por el presuntuoso tirano Bokasa I, autoproclamado emperador de la pequeña y paupérrima República Centroafricana. En ese mismo gobierno estalló un escándalo de corrupción por el que terminó suicidándose (aunque quedó la sospecha de un asesinato) el ministro de Trabajo y ex ministro de Finanzas, Robert Boulin.
También el gobierno socialista que presidió Francois Mitterrand fue sacudido por escándalos de corrupción. La Justicia condenó al ministro de Relaciones Exteriores, Roland Dumás, por haber designado a su amante y cómplice en tráfico de influencias, en un cargo estratégico de la petrolera ELF Aquitaine.
Otro escándalo involucró a Jean-Christophe Mitterrand, hijo del entonces presidente, procesado por tráfico ilegal de armamentos soviéticos hacia los bandos enfrentados en la guerra civil de Angola.
Aquellas embestidas judiciales provocaron otro suicidio: el del primer ministro Pierre Bérégovoy. Era una de las figuras más humildes y decentes del Partido Socialista; por eso no soportó que la Justicia lo investigara a raíz del préstamo con demasiadas facilidades que le otorgó una empresa para que comprara un departamento.
Tampoco se salvó del acoso judicial el conservador-gaullista Jacques Chirac, que siendo presidente fue alcanzado por una lista de nombramientos ficticios en la Municipalidad de París, cuando era alcalde.
Ahora le llegó el turno a Sarkozy por dos presuntos casos de financiación ilegal de la campaña electoral que lo convirtió en presidente. Por un lado, los ocultos aportes que habría realizado Liliane Bettencourt, una de las accionistas pricipales de L’Oreal de París, y, por otro, el que rebeló el propio Muhammar Khadafy antes de que estallara la rebelión en la que terminó asesinado por una turba.■