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Por Claudio Fantini. No parece haber una tercera posibilidad. O bien los atentados son perpetrados por una ultraderecha astuta, o bien por una ultraizquierda boba. La bomba que estalló en una estación de subte del coqueto distrito de Las Condes, provocó la reacción del gobierno de Chile.
Una reacción mucho más enérgica e indignada que las decenas de anteriores bombas que detonaron en el último año.
Serán artefactos explosivos de producción artesanal y poco poder de destrucción, pero ya han sido demasiados los de este tipo como para que no irrumpa la palabra “terrorismo”.
Así lo planteó el gobierno de Michelle Bachelet, mientras en los medios y los pasillos políticos se habla de grupos anarquistas, la moda de los “anti-sistema” que sacude a Europa desde que entró en crisis y preocupó a Brasil en la antesala del último Mundial de Fútbol. Pero ni en Europa ni en Brasil se manifestaron con atentados terroristas.
❝Ya han sido demasiados… como para que no irrumpa la palabra ‘terrorismo’❞.
Así lo están haciendo en Chile, si es que de verdad se trata de grupos anti-sistema. El aspecto de travesura juvenil que han tenido estos atentados no debe ocultar la letalidad que habrían tenido de haber personas más cerca de las detonaciones.
Las muestras de improlijidad son las que llevan las sospechas hacia grupos juveniles de vocación anarquista, con más improvisación que organización y estructura. Pero, en modo alguno esto parece un retorno de guerrillas urbanas como el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), que luchaba contra la dictadura de Augusto Pinochet.
Parece más bien la deriva de un extremismo vocacional, que actúa de manera funcional al conservadurismo, el cual intenta obstruir las reformas impulsadas por el gobierno centroizquierdista.
Bachelet se propuso para este mandato un paso clave en el avance de Chile hacia la equidad social: la reforma educativa que amplíe la gratuidad del sistema, para lo cual es necesario una reforma impositiva.
Tan funcional sería ese anarquismo bobo a la derecha chilena más recalcitrante, que no se puede descartar que a las bombas las hayan colocado ultraderechistas deseosos de hundir a Chile en el caos, para que naufraguen las reformas.■