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Por Claudio Fantini. Si a esa escena la hubiera presenciado Nietzsche, habría repetido que “al Estado lo inventaron para los superfluos”. El presidente de la Argentina, Mauricio Macri, y el jefe del Gabinete, Marcos Peña, almorzando en la Casa Rosada con Mirtha Legrand. Un encuentro formalmente anunciado en la agenda presidencial de la Casa Rosada, como si se tratara de una actividad oficial relevante.
Muchas gracias al Sr Presidente de la Nación @mauriciomacri por su invitación a la Casa Rosada. pic.twitter.com/7klhsYOz2J
— Mirtha Legrand (@mirthalegrand) 24 de mayo de 2016
Para la famosa actriz sin dudas implica un triunfo. Al gobierno le preocupan las críticas que ha deslizado contra el aumento de tarifas y contra las apreciaciones de Jaime Durán Barba, ese personaje desopilante que se presenta como neurona estratégica del macrismo y que dice públicamente cosas que generan indignación y perplejidad.
Con esa preocupación en mente, las máximas autoridades del gobierno se inclinan ante la diva para que, alagada y con el ego satisfecho, abra su mente a las explicaciones que le dieron, en persona y agasajándola, nada menos que el jefe de Estado y el principal de sus ministros.
¿Por qué afirmar que el presidente alagó y acarició el ego de Legrand, sino no trascendió lo conversado en el almuerzo? Porque el hecho mismo de invitarla y sentarla a solas con las máximas autoridades del país, publicando el encuentro en la agenda presidencial como si se tratara de una actividad de Estado, constituye una desmesura que sólo puede entenderse de dos maneras: el presidente es cholulo y frívolo; o el presidente quiere acallar cuestionamientos que considera dañinos para su imagen y la de su gestión.
Si bien Macri ha dado muchas muestras de cholulismo y frivolidad, en este caso es más lógico pensar que se trató de una jugada política, destinada a cuidar su imagen en un público que considera simpatizante de lo que él y el PRO significan para la política argentina. De todos modos, ese fin no justifica el medio.
Conferir semejante trato a una diva de televisión es una desmesura que provoca irritación. Y la mejor forma de corregir semejante desequilibrio es, de ahora en mas, realizar almuerzos similares con las figuras del periodismo, incluidos los que atacan de verdad al gobierno por disentir ideológicamente con Macri.
No como Mirtha Legrand, cuyas críticas parecen más destinadas a equilibrar la imagen propia, que a cuestionar de verdad a un gobierno del que está enamorada.