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Por Claudio Fantini. ¿Fue la victoria del shock sobre el “gradualismo”? ¿Había que dividir aún más el ministerio, separando Hacienda de Finanzas, en lugar de unificarlo? ¿Era realmente Alfonso Prat-Gay la causa de la demora en la recuperación económica? ¿Fue su “gradualismo” lo que espantó las inversiones que Macri había anunciado con bombos y platillos?
¿El rol opaco que tuvo el ministro caído en el episodio del Impuesto a las Ganancias, justifica que lo hayan sacado del Gobierno? Si fue así ¿por qué Juan José Aranguren continuó al frente del Ministerio de Energía, después del fallido tarifazo y sus sísmicas consecuencias?
¿Se puede separar la caída de Prat-Gay de la que la antecedió: Isela Costantini en Aerolíneas Argentinas? ¿La fuerte reducción del déficit de la compañía aérea de bandera fue menos importante que la fragilidad con que negoció aumentos salariales con gremios poderosos como el de los pilotos?
¿O fue su razonable crítica a la apertura, en este momento, del mercado aeronáutico a empresas cuya competencia podría debilitar a la aún frágil Aerolíneas Argentinas?
Preguntas, sólo preguntas. El reemplazo de Alfonso Prat-Gay y la nueva división en el área de economía, suma interrogantes sin arrimar certezas.
«El reemplazo de Alfonso Prat Gay y la nueva división en el área de economía, suma interrogantes sin arrimar certezas.»
Ciertamente, festejarán quienes reclamaban, desde adentro y desde afuera del Gobierno, un golpe fuerte de timón. Los que usaron términos como “populismo light” y “kirchnerismo de buenos modales” para calificar al gobierno de Mauricio Macri, probablemente vean con buenos ojos estas primeras bajas.
Pero es posible que el uso de esos calificativos desmesurados sólo sean evidencia del ideologismo que caracteriza la visión de quienes, en definitiva, tienen algo en común con el kirchnerismo: la mirada maniquea de una realidad compleja.
En esas postales en blanco y negro, no se percibe algo que, sin anteojeras ideológicas, resulta evidente: la Argentina es el caso testigo de una transición inédita. Y el paso de un populismo exacerbado, ejercido por un liderazgo personalista, verticalista y autoritario, no se realiza de un salto, sin mediante un deslizamiento. Del mismo modo que no se desactiva una bomba de tiempo partiéndola con un hachazo.
De la maraña de subsidios y del “híper-estatismo” se sale paso a paso. Al menos si se opta por la razonable responsabilidad de evitar destructivos estallidos políticos y sociales.
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