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Por Claudio Fantini. Las agencias de inteligencia de los Estados Unidos confirmaron la interferencia de Rusia en el proceso electoral, con vistas a perjudicar a la candidata demócrata. El informe presentado al Senado aclara, no obstante, que resulta imposible medir el impacto que la acción tuvo en el resultado del comicio. Pero deja en claro que espías al servicio del Kremlin hackearon correos electrónicos de Hillary Clinton y de altos dirigentes de la campaña demócrata, para difundir información que posibilitara un triunfo de Donald Trump.
Los voceros y encumbrados simpatizantes del magnate se apresuraron a decir que, aunque el espionaje ruso haya robado información para perjudicar a Clinton, la acción no habría influido en el resultado de la elección.
Este razonamiento no ahuyenta el fantasma de un Watergate que, incluso, puede ser peor que el Watergate.
Aquel escándalo, que derivó en el juicio político por el cual renunció a la presidencia Richard Nixon, fue precisamente lo mismo que ha confirmado la inteligencia norteamericana que hubo en este proceso electoral: espionaje y robo de información para perjudicar a un candidato y ayudar a otro.
En aquella ocasión, un grupo de espías ingresó al bunker de la campaña demócrata en el edificio Watergate, en Washington, para llevarse información útil para desacreditar al candidato demócrata en la elección de 1972, George McGovern. De ese modo, se buscaba favorecer la reelección de Nixon.
Esa acción inescrupulosa y tramposa no tuvo incidencia en el resultado. El presidente republicano venció abrumadoramente, con más del 60% de los votos directos a McGovern.
Este caso es peor que Watergate, porque fue una injerencia externa, de una potencia rival. También es peor que el caso Watergate, porque Trump no sólo no triunfó abrumadoramente en los votos. Por el contrario, de las cinco veces que en la historia norteamericana el Colegio Electoral coronó al candidato que salió segundo, en lugar de elegir al que sacó más votos, éste es el caso en el que la derrota del ganador fue más lapidaria: Hillary sacó casi tres millones de votos más que quien fue consagrado en el Colegio Electoral.
Nunca en la historia de los Estados Unidos alguien llegó al poder en las condiciones en que lo hace Donald Trump.
Al recibir su premio en la fiesta de los Golden Globes, Meryl Streep conmovió con un discurso, que señaló un punto revelador de la debacle moral norteamericana, que implica, a la vez, la llegada de Trump a la Casa Blanca.
La talentosa actriz -que en la campaña había apoyado a Clinton- recordó el momento en el que el magnate inmobiliario se burló públicamente de un periodista discapacitado, imitando los movimientos involuntarios que le producen esa discapacidad. En cualquier otro momento de la historia, una actitud tan deleznable habría dejado fuera de la contienda al candidato.
Pero la campaña de Trump sobrevivió a semejante muestra de vileza. ¿Sobrevivirá su mandato al fantasma del Watergate que lo sobrevolará?
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