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Por Claudio Fantini. ¿Debiera Mauricio Macri pedir la renuncia a Juan José Gómez Centurión? ¿Decir lo que se piensa es una falta grave? Manifestar libremente una opinión no es una falta grave. Sin embargo, el Presidente haría bien en sacar de su gestión a Gómez Centurión. Pero, ¿no sería una contradicción que se respete la libertad de pensamiento y se sancione a un funcionario por expresar algo inconveniente?
En este caso, no. Sucede que lo dicho por el titular de Aduana evidencia, o bien una profunda negligencia, o bien una oscurísima intención. Y cualquiera de estas razones alcanza para removerlo del cargo.
Negar el carácter sistemático que tuvo el aniquilamiento perpetrado por la dictadura, es ignorar el océano de pruebas presentadas por CONADEP y corroboradas por la Justicia, además de ignorar lo que el propio Jorge Rafael Videla admitió públicamente.Que se aplicó un plan sistemático para el exterminio en masa, no es opinable, es comprobable. Y que un hombre de Estado plantee lo contrario, siendo funcionario de un gobierno democrático, revela una ignorancia obtusa o bien la oscura intención de generar un debate anacrónico e innecesario, exponiendo inútilmente al gobierno del que forma parte.
Gómez Centurión pudo haber cuestionado la apología de la rama armada de Montoneros, que auspició el gobierno kirchnerista. Fue sin dudas una regresión para la Argentina que se trate como “juventud maravillosa” a quienes recurrieron a la violencia contra un gobierno surgido de las urnas. Incluso, constituye una tropelía que se considere “guerrilla” a lo que, en realidad, sólo fue una organización militarizada que cometía asesinatos, allanando el camino a la dictadura más atroz de la historia.
Pero el titular de Aduana no hizo eso, sino que relativizó la criminalidad de un régimen sanguinario que hizo del exterminio y la crueldad su señal de identidad.
Hizo algo más: le quitó responsabilidad al ex general Fortunato Galtieri por la guerra de Malvinas, diciendo que la causa del conflicto fue la ocupación británica en 1833.
Haciendo cálculos aventurados y temerarios, un general mediocre, alcohólico, con delirios napoleónicos y un régimen en descomposición, envió miles de conscriptos con escasa preparación a enfrentar a una fuerza poderosísima. Para Gómez Centurión no fue más que lo que Hegel llamaría un “instrumento de la historia”.
En rigor, Galtieri sumó a los miles de muertos que dejó la dictadura, los conscriptos y oficiales que cayeron en Malvinas. Fueron héroes de un país y víctimas de un régimen atroz.
Cualquier persona puede opinar lo que quiera, pero un hombre de Estado no puede, públicamente, contrariar los basamentos filosóficos del Estado de Derecho del que forma parte.
Gómez Centurión los contrarió, por obtusa negligencia o por oscura intención. Y por cualquiera de esas dos razones, Macri debiera pedirle la renuncia.