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Por Claudio Fantini. Es grave que una ex presidenta (Cristina Kirchner) exprese el deseo de que a la industria argentina le vaya mal y que se fundan todos los industriales. Es desagradable, además, que maltrate a su colaborador más fiel y que en sus conversaciones con su vapuleado asistente -Oscar Parrilli- diga groserías para insultar y descalificar. Pero, en términos institucionales, es más grave que esas conversaciones se filtren a los medios.
Las escuchas ordenadas por la Justicia estarían justificadas en los procesos por corrupción que se están llevando a cabo contra Cristina Kirchner.
Pero una cosa es que a esas conversaciones telefónicas las escuchen los fiscales y jueces que llevan adelante esas causas, y otra cosa muy distinta es que lleguen a medios de comunicación en dosis que parecen destinadas a ir minando la imagen de la ex mandataria.
Y es institucionalmente grave porque, o bien la están filtrando los magistrados, violando normas procesales, o bien las está filtrando la AFI (Agencia Federal de Inteligencia, ex SIDE).
De ser así, el Gobierno actual estaría repitiendo una de las más oscuras prácticas del kirchnerismo: usar los aparatos de inteligencia del Estado con fines partidarios. El Gobierno debiera salir a aclarar estas filtraciones y exigir a los medios que dejen de publicar escuchas que, de momento, sólo deben conocer fiscales y jueces.
Si posibilita, o al menos tolera, que esto ocurra, es porque cree beneficiarse de que la sociedad escuche a Cristina Kirchner insultar, maltratar, desear el fracaso económico y expresarse en un lenguaje plagado de vulgaridades.
Lo que verdaderamente afecta, o debiera afectar, a la ex presidenta y al kirchnerismo son las barbaridades que dice públicamente Hebe de Bonafini y la estúpida y patética violencia que escenifica Guillermo Moreno.
También que La Cámpora reivindique a Montoneros, una banda armada que cometía asesinatos, en un acto para evocar la dictadura que más brutalmente violó los derechos humanos.
Lo que debiera dinamitar la imagen de Cristina y de su club de fans es que atraviesen la frontera del absurdo acudiendo a un acto de repudio a un golpe de Estado para reclamar la caída del actual gobierno democrático.
Pero que conversaciones telefónicas interceptadas por la Justicia se filtren de una manera sistemática, debiera dañar la imagen de Macri, quien debe enterrar prácticas totalitarias de sus antecesores.