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Por Claudio Fantini. Mientras se producen saqueos de comida y se perpetra un golpe contra el Poder Legislativo de Venezuela, Nicolás Maduro hace lo que han hecho muchos presidentes de países africanos devastados por sequías bíblicas: pedir ayuda alimentaria a la ONU. Lo curioso es que, con semejante bancarrota y en la cornisa de una guerra civil, el régimen está fuerte.
El régimen chavista que lidera Madura exhibe una abrumadora incapacidad para revitalizar la economía y bajar la segunda mayor inflación del mundo, sin embargo, contrasta con su capacidad para acumular poder.
¿Cómo hace para fortalecerse mientras el país se empobrece? ¿Por qué tiene poder si ha quebrado la economía? Porque, aunque haya miseria económica, el régimen es rico. Y con esas riquezas compra voluntades adentro y afuera de las fronteras.
Las arcas públicas están quebradas, pero debe haber otras arcas que están repletas. De ellas, sale el dinero que soborna disidentes para que dividan a la oposición. También se financian conspiraciones para que los “enemigos internos” giren en círculos, sin avanzar en dirección alguna.
Luis Almagro, titular de la OEA, ha realizado denodados esfuerzos para que la urna sea la brújula que rescate a Venezuela del laberinto, donde deambula extraviada.
¿Y cómo se llenan esas arcas ilegales? Quizá traficando petróleo. Siempre hay compradores. ISIS (Estado Islámico) financió su genocidio contrabandeando petróleo robado a Irak y Siria.
Otra fuente de ingresos clandestinos puede ser la sociedad entre una parte de la cúpula chavista y el narcotráfico. Que el vicepresidente Tarek el Aissami es nexo entre jefes militares y gubernamentales con el narcotráfico, no sólo la DEA lo afirma. También lo reveló el capo narco Walid Makled, cuando lo atraparon en Colombia.
La riqueza de un poder que se erige sobre la pobreza de un país, quizá no sólo explica las divisiones y autosabotajes que inutilizan a la oposición. Podría explicar, además, el triste rol de mediadores extranjeros que sólo fueron útiles para que Maduro ganara tiempo.
También el silencio de una región que, en la década de 1990, supo conjurar el golpe de Fujimori, imponiéndole sanciones y un riguroso aislamiento, pero, hoy, permite al chavismo secuestrar los atributos del Poder Legislativo y dejar en soledad al titular de la OEA, Luis Almagro.
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