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Por Claudio Fantini. Si Donald Trump y Vladimir Putin llegaran a llevar sus palabras al plano de la realidad, en las próximas horas o días Siria se convertiría en el escenario de un conflicto con potencialidad de derivar en Tercera Guerra Mundial. ¿Por qué es posible esta alternativa bélica? Repasemos.
El presidente ruso dijo que sus fuerzas estacionadas en el país árabe derribarán todos los misiles que prometió lanzar su par de los Estados Unidos como respuesta a la masacre química en Duma. Y Trump respondió por Twitter de una manera desopilante: “Prepárate Rusia, porque lo que viene serán misiles bonitos, nuevos e inteligentes”.
Russia vows to shoot down any and all missiles fired at Syria. Get ready Russia, because they will be coming, nice and new and “smart!” You shouldn’t be partners with a Gas Killing Animal who kills his people and enjoys it!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 11 de abril de 2018
Los acontecimientos que pueden desprenderse de las palabras de ambos mandatarios, es una confrontación entre misiles norteamericanos y proyectiles antimisiles rusos. Eso, de por sí, constituiría el primer enfrentamiento militar directo entre las dos potencias que marcaron la segunda mitad del siglo XX con la Guerra Fría.
Norteamericanos y rusos jamás chocaron en alguna parte del planeta de manera directa. Eso podría ocurrir ahora, si Trump y Putin llevan sus bravuconadas verbales a los hechos.
Hasta aquí, la guerra siria fue sólo el escenario de múltiples confrontaciones indirectas entre las grandes potencias.
Hasta aquí, la guerra siria fue el escenario de múltiples confrontaciones indirectas entre las grandes potencias. Las que efectivamente chocaban en los campos de batalla eran las milicias que respondían a una u otra potencia, regional o global.
Irán fue la primera potencia regional que involucró fuerzas militares propias en la histórica contienda; Turquía entró con su ejército sobre el final, para enfrentar de manera directa a las milicias kurdas. Rusia fue la primera potencia global en involucrarse directamente y en gran escala. Estados Unidos envió fuerzas al terreno y mantiene -junto con Francia y Gran Bretaña- un dispositivo aéreo que puede entrar en acción en tiempo récord, como ya lo ha hecho en Irak.
El bombardeo a la base aérea de Shairat con 59 misiles Tomahawk que Trump realizó el año pasado, implicó trazar una línea roja que, con el ataque químico en Duma, el régimen de Bashar al Asad habría vuelo a transponer.
¿Puede Trump no actuar en Siria? Sería traicionar su propia doctrina. El problema es que Rusia, tras la advertencia de derribar misiles norteamericanos, tampoco puede no actuar porque sería ceder ante los misiles “bonitos, nuevos e inteligentes”, con que acaba de amenazarlo Trump.
La Casa Blanca y el Kremlin se han adentrado en un intercambio de amenazas que dificulta cualquier intento de marcha atrás y que, de dar los pasos prometidos, iniciaría una guerra de escala inédita, a la que de inmediato se sumarían Israel, Arabia y Saudita y Egipto, iniciando una guerra directa contra Irán y sus títeres en el Oriente Medio: el régimen sirio y la milicia chíita libanesa Hizbolá.
Turquía quedaría en la disyuntiva de actuar como miembro de la OTAN o saltar a la trinchera rusa, completando el deslizamiento que hace tiempo inició Recep Erdogán.
De estallar en Siria la bomba cuya mecha acaban de encender Putin y Trump, resultaría impredecible el alcance de la devastación. Pero está claro que iría más allá de la región.