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Por Claudio Fantini. Fue una ofensiva con munición gruesa y lanzada en forma simultánea por todos los frentes, pero hubo una embestida particularmente demoledora: la que encabezó el arzobispo de La Plata, Víctor Fernández, amigo personal del papa Francisco, quien exigió al presidente Mauricio Macri que vete la ley de aborto legal. El Gobierno afirmó que Macri no vetará la ley, una vez que sea sancionada por el Congreso.
Que lo diga ese miembro de la jerarquía eclesiástica, es como si fuera dicho por el Papa. Víctor Fernández es uno de los más estrechos allegados al entonces cardenal Jorge Bergolio.
La homilía en la catedral de La Plata equivalió a un mensaje directo de Francisco al jefe del Estado argentino. Y para Macri, cumplir con esa exigencia del Papa hubiera equivalido a inmolarse públicamente, mediante una capitulación humillante, tras la cual no le quedaría más que vegetar, totalmente degradado, hasta el final de su mandato.
Declaraciones del jefe de gabinete, Marcos Peña, al término de la reunión de gabinete. https://t.co/WC5aCToKKQ
— Casa Rosada (@CasaRosada) 10 de julio de 2018
¿Por qué resultaría tan dramático vetar la ley del aborto, en caso de ser aprobada en el Senado, si el Presidente ya lo ha hecho con la ley contra el tarifazo? Ocurre que no es lo mismo vetar una ley surgida por iniciativa de la oposición parlamentaria, que hacerlo con la que surge de un debate propiciado por el jefe de Estado.
Al debate parlamentario sobre tarifas lo impulsó la oposición, mientras que al debate sobre la legalización del aborto lo habilitó y lo impulsó el Gobierno. Habilitar una discusión parlamentaria y anular su efecto por perder en el debate o por imposición de un poder externo, equivale a un estropicio que destrozaría la imagen presidencial.
La ofensiva lanzada por el Papa tuvo como “madre de todas las batallas” las misas y los tedeum del 9 de Julio. En los altares retumbaron las palabras “asesinato” y “crimen”.
Los políticos que están en contra de la legalización tienen un discurso más moderado. Hablan de “las dos vidas”, pero evitan en lo posible hablar de “asesinato” y “crimen”.
La Iglesia mezcla en sus críticas contra Macri el discurso antiaborto y pronunciamientos políticos que cuestionan al Gobierno.
A ese cuidado no lo tienen los sacerdotes, obispos, arzobispos y cardenales. Y para que la ofensiva contra Macri sea total, mezclan el discurso antiaborto con pronunciamientos políticos que cuestionan al Gobierno, al que describen -de manera implícita- como neoliberal, favorable a los más ricos e insensible con los más pobres.
En su dura homilía contra la legalización del aborto, el cardenal Mario Poli esgrimió también frases nacionalistas; se pronunció contra la devaluación y también, indirectamente, contra el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
De este modo, el papa Francisco estaría mostrando que la guerra contra Macri es en todos los frentes. La Iglesia tiene brazos vigorosos en el conurbano bonaerense y en las villas y barrios humildes de todo el país. Podría calmar a esos sectores ayudándolos a sobrellevar el duro ajuste por el que ya ha optado el Presidente, o podría empujarlos a la calle, contra el Gobierno. Eso no ocurriría si Macri hace lo que dijo el arzobispo de La Plata: vetar la Ley.
Dado que si el mandatario vetara la ley estaría rindiéndose y enterrando lo que queda de su liderazgo, la opción que la Iglesia le pone por delante es el colapso en una crisis social de gran escala, o la muerte lenta de su liderazgo.
El Papa le dijo jaque a Macri. Por ahora, el Presidente eludió la jugada.