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Por Claudio Fantini. Que Cuba entierre el comunismo, al admitir de hecho -y tardíamente- que se trataba de una ficción ideológica, no implica que renuncie a la “dictadura del proletariado”, el pretendido instrumento para transitar a la sociedad comunista. En la realidad, siempre ha sido la dictadura de un déspota y una burocracia. ¿Qué poder conservan los Castro?
Y la reforma de la Constitución cubana, que renuncia a la utopía de la desaparición de la propiedad privada y del Estado, pero mantiene el marxismo-leninismo como fundamento del régimen de partido único, deja en pie la dictadura de la nomenclatura comunista.
Hay algo más: esta tercera reforma política desde 1959 mantiene la familia Castro en la cúspide del poder.
El primer gobierno de la revolución en Cuba, tras la caída del dictador Fulgencio Batista, tuvo a Manuel Urrutia como presidente y a Fidel Castro como primer ministro. Urrutia no tardó en comprobar que el barbado comandante era quien controlaba los resortes del poder. Por eso, con dignidad, renunció a la presidencia.
Su sucesor, Osvaldo Dorticós, quien estuvo en la Argentina en la asunción de Héctor Cámpora, aceptó gustoso prestarse a la simulación institucional y mantuvo el cargo de presidente hasta que, en 1976, entró en vigor la nueva Constitución, que siguiendo el modelo búlgaro eliminaba el cargo de primer ministro. Por cierto, no fue Fidel Castro quien perdió el poder, sino Dorticós quien dio un paso al costado para que el comandante siguiera siendo el dueño del Estado, ahora con el cargo de presidente.
Cuando las fatigas de los años y las enfermedades lo apartaron de sus funciones, el poder pasó a manos de otro Castro: su hermano menor. Recientemente, Raúl Castro Ruiz entregó a Díaz Canel el cargo de presidente, pero no el poder. Al poder lo conserva como jefe máximo del Partido Comunista y el Ejército.
En esta tercera reforma política, que implica cambios en la Constitución, aparece el instrumento que mantendrá el comando en manos de un Castro: el Consejo de Defensa y Seguridad Nacional.
El poder real en Cuba quedará en manos del Consejo de Defensa y Seguridad Nacional. Basta asomarse a las nebulosas atribuciones de ese organismo para vislumbrar que el instrumento principal de control del Estado y la sociedad estará en las manos de quien lo conduzca, porque monopolizará el manejo del espionaje y el contraespionaje.
Los aparatos de espionaje son, en los regímenes de esa naturaleza, el principal instrumento de poder. Organizar los servicios de inteligencia chavista, le dio a Cuba el control que aún ejerce sobre Venezuela. Quien controla los espías, controla el poder. Y quien los controlará es el coronel Alejandro Castro Espín, hijo de Raúl y sobrino de Fidel.
Ergo, cuando Raúl deje las jefaturas del Partido Comunista y el Ejército, la dinastía continuará.