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Por Claudio Fantini. El ataque en Brasil contra emigrantes de Venezuela evocó a las agresiones multitudinarias que originaron la palabra “pogromo”. Las víctimas eran los judíos que habitaban en Rusia, Ucrania, Moldavia, Bielorrusia, Polonia y Lituania. En el siglo XIX, los eslavos se organizaban en hordas para atacar las comarcas judías matando, violando y saqueando.
Algo así ocurrió en la localidad brasileña de Pacaraima, cuyos habitantes atacaron un campamento de refugiados venezolanos; quemaron las endebles instalaciones y dejaron al menos 700 heridos. Unos mil refugiados se dispersaron en la selva que rodea el lugar. Otros albergues con venezolanos también fueron atacados en distintos rincones del noroeste brasileño.
Fue una de las muestras más brutales de la xenofobia que engendra el éxodo venezolano. Gente pobre atacando a otra gente desesperada, que huye del hambre en su país, devastado por la ineptitud y la corrupción de una dictadura. Casi un calco de la genial obra de Mario Vargas Llosa, La guerra del fin del mundo.
A la responsabilidad de ese pogromo no sólo la tienen los habitantes envilecidos que atacan a los inmigrantes. También la ineficiencia del gobierno de Michel Temer. Pacaraima está en el estado de Roraima, fronterizo con Venezuela y es uno de los más pobres del Brasil.
El gobierno de Temer había prometido organizar la distribución de los inmigrantes en el vasto territorio brasileño, donde serían fácilmente absorbidos. En especial en estados ricos, como San Pablo. Pero hubo ineficiencia, insensibilidad y demora en hacerlo, mientras la ola venezolana sigue inundando estados fronterizos que, como Roraima, carecen de infraestructura y presupuesto para sobrellevar la emergencia.
La xenofobia crece también en la política de esos estados. Gobernadores, intendentes y aspirantes a cargos y bancas están enarbolando discursos contra esas masas desesperadas que atraviesan la frontera.
La demagogia anti-inmigrantes (que en Europa caracteriza a las ultraderechas deseosas de cerrar el paso a los que huyen de las guerras y del hambre en África y Oriente Medio) no sólo crece entre los políticos de las regiones fronterizas.
También es parte del ascenso de Jair Bolsonaro, quien se colocó segundo en las encuestas, con un discurso militarista y delirante, que llegó a la locura de proponer sacar a Brasil de la ONU para dejar de tener obligaciones humanitarias con los desesperados de la región.
Además de causar desastres en Venezuela, el régimen de Maduro los exporta a la región. El peor de esos males es el envilecimiento de pueblos y gobiernos.
Ecuador y Perú ya comenzaron a cerrar sus fronteras, mientras el gobierno brasileño de Temer, en lugar de organizar la distribución de refugiados que prometió, empezó a estudiar la forma de cortarles el ingreso.
Maduro lleva la tragedia más allá de Venezuela, país al que ha devastado.