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Por Claudio Fantini. La tragedia irrumpió con la muerte de José Manuel De la Sota, una noticia impactante que derivó en un fenómeno político por la dimensión del liderazgo que reveló el funeral. Cuando Buenos Aires y el resto del país comenzaban a caer en cuenta de la envergadura del acontecimiento político y social, el juez Claudio Bonadío dictó el procesamiento de Cristina Fernández.
A pesar de que la ola de arrepentimientos y confesiones desatadas por la aparición de “los cuadernos de Centeno” convirtió al procesamiento en un hecho inexorable e inminente, la noticia eclipsó inmediatamente a todas las demás.
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El eclipse se produjo justo cuando el féretro de De la Sota se acercaba al final del largo recorrido que se convirtió en multitudinaria procesión.
Después de unir al peronismo cordobés y de poner en marcha una eficaz dupla política con Juan Schiaretti, “el Gallego” trabajaba en unir al peronismo nacional suturando los desgarros producidos por el kirchnerismo. La muerte repentina dejará la duda sobre si lo habría logrado.
Lo indudable es que la mujer cuyo procesamiento estalló en medio del funeral, representa las antípodas de lo que De la Sota significaba en la política local y nacional.
La fila interminable de gente que pasó frente al féretro y las multitudes que aplaudían el paso del cortejo fúnebre rumbo al cementerio San Jerónimo fueron la imagen del fenómeno político que el país descubrió con el trágico deceso de su protagonista.
Las multitudes mostraban la medida del fenómeno. Y en la mañana del lunes, estaba claro que tenía una dimensión histórica. A esa altura, el acontecimiento político provocado por la muerte del ex gobernador también permitía medir, por contraposición, la falta de reflejos de Mauricio Macri y la frialdad negligente de Cristina Kirchner.
El presidente envió saludos y algunas figuras del oficialismo, pero la magnitud que tuvo el funeral habrían ameritado un gesto de mayor visibilidad. Incluso, se hubiera justificado un viaje relámpago para estar al menos una hora junto al féretro del dirigente peronista fallecido y al lado del Schiaretti, un amigo personal de Macri que mantiene una actitud de colaboración con el Gobierno nacional.
Por lo que significa Córdoba y sus necesidades políticas, el Presidente debió manejar esta instancia con mejores reflejos políticos.
Por la importancia que Córdoba tuvo en el triunfo de Macri y por la urgencia de un entendimiento con el peronismo para lograr la aprobación del Presupuesto 2019 y para encontrar menos obstáculos en un momento económico tan complicado, el Presidente debió manejar esta instancia con mejores reflejos políticos.
De la Sota era, precisamente, un gran ejemplo de político que quien construye acuerdos con vocación negociadora.
En ese punto y en otros, era la contracara de Cristina Kirchner. Y su sorpresiva muerte dejó en evidencia que la insensibilidad de la líder kirchnerista la lleva a actuar con negligencia.
Acontecimientos como la “tragedia de Cromañón” con sus casi 200 víctimas fatales y los 52 muertos que dejó el choque del tren en la estación porteña de Once, habían mostrado la frialdad que paraliza a los Kirchner en estas circunstancias. La muerte de De la Sota volvió a poner en evidencia ese rasgo en la ex presidenta.
El domingo, mientras los ojos del país empezaban a converger en el funeral que ya mostraba señales de momento histórico, Cristina Kirchner desparramaba por Twitter una suerte de reality show desde El Calafate, victimizándose del allanamiento ejecutado por Bonadío.
Sólo un tuit frío, protocolar y distante le dedicó al dirigente peronista que acababa de morir de una manera trágica, conmocionando a los cordobeses y sacudiendo la política nacional. Un tuit que si algo deja a la vista es la falta de reflejos y la negligencia que puede provocar la frialdad.