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Por Claudio Fantini. Esta vez fue el régimen el que puso la vara demasiado alta y quedó pagando al no poder cumplir con lo anunciado. El aparato judicial del régimen de Venezuela –bajo la influencia de Nicolás Maduro– había prohibido que Juan Guaidó saliera del país, porque investigaba la gravedad del delito que cometió al autoproclamarse presidente encargado. Finalmente, regresó y una multitud lo esperó en Caracas.
El líder de la disidencia desafío la prohibición al desplazarse a Colombia el sábado 23 de febrero, para acompañar el pretendido ingreso a Venezuela de la “ayuda humanitaria”, con el cual se había comprometido. Desde entonces, no había podido regresar a su país, donde pesaba la amenaza de que sería detenido.
El domingo último, efectivos militares y policiales tomaron posiciones en diferentes puntos del aeropuerto de Caracas. El régimen daba a entender que Juan Guaidó sería detenido ni bien bajara del avión. Reforzaba la amenaza el violento y poderoso Diosdado Cabello, cuando dijo que en el aeropuerto lo esperaría un “comité de recepción”.
La tensión aumentó al momento que, desde Ecuador, el líder disidente anunció que se estaba embarcando hacia Caracas.
Al final, el de Guaidó terminó siendo un “regreso con gloria”, porque logró entrar a Venezuela como “Juan por su casa”.
Con su regreso, Guaidó volvió al centro del ring, poniendo nuevamente en retroceso a Nicolás Maduro. Desde que saltó sorpresivamente al escenario político al proclamarse “presidente encargado”, el líder de la Asamblea Nacional ha avanzado como un huracán al lograr crear un contrapoder que arrincona al régimen. Pero, Maduro sacó un golpe que lo tomó por sorpresa.
El huracán Guaidó se detuvo en seco en las fronteras por donde debían ingresar los camiones con alimentos y medicamentos.
El joven desafiante se había abalanzado con excesivo triunfalismo y lo sorprendió que el régimen lograra impedir el ingreso de los camiones que él había asegurado que entrarían.
Los venezolanos y el mundo vieron trastabillar a Guaidó por no haber podido quebrar el bloque militar con la ofensiva de la “ayuda humanitaria”. Recalculando es la palabra que define el estado en que quedaron tanto la oposición interna como el bloque de países que consideran a Maduro como cabeza de una dictadura calamitosa, que debe concluir cuanto antes.
La administración de Donald Trump chocó con la negativa del Grupo de Lima, de Canadá y de Europa de apoyar una solución militar.
Guaidó había quedado afuera del ring y tenía que encontrar el modo de reingresar en condiciones de dar nuevamente pelea. El régimen anunciaba su intención de detenerlo si volvía. Su salida había vulnerado decisiones adoptadas por el aparato judicial, por ende, su regreso podía derivar en un arresto.
Tras una gira por la región, en la que buscó reforzar el apoyo de los principales miembros del Grupo de Lima, Guaidó anunció que retornaría al país y voces de advertencia a Maduro le llegaron desde Estados Unidos y Europa: no debía atreverse a encarcelar al hombre al que reconocen como “presidente encargado” de Venezuela.
Otra vez, el régimen debía optar entre volver a tomar riesgos, como hizo al impedir la entrada de alimentos y medicamentos, y apresar a Guaidó como en su momento hizo con Leopoldo López, Antonio Ledesma y con tantos otros dirigentes opositores, o abstenerse de desafiar a las potencias del Norte occidental y al Grupo de Lima, al permitir que Guaidó reingresara a Venezuela sin ser detenido.
El régimen sabe que el precio de no apresar al líder disidente es mostrarse débil ante el contrapoder que construyó, o sea, retroceder hasta quedar contra las sogas, devolviéndole la iniciativa a Juan Guaidó.
El líder disidente subió la apuesta y desafió abiertamente a Maduro. A esa hora, ya sabía que el cuerpo diplomático de los países que lo respaldan acudiría a esperarlo al aeropuerto, para dotarlo de un blindaje internacional que dificultara una operación para ponerlo bajo arresto.
El régimen había realizado movimientos para mostrar su predisposición a encarcelarlo. Pero a último momento desistió, y Guaidó pudo entrar como “Juan por su casa” y, además, darse un baño de multitudes en el centro de Caracas.
El retorno ha equilibrado de nuevo la titánica pulseada. Falta ver si el paso atrás del régimen lo dejará de nuevo contra las sogas, o si esperará otro error del desafiante para intentar encarcelarlo.
No sería de extrañar que, en las próximas horas, días o semanas, Maduro ordene la detención que este lunes no se atrevió a poner en marcha.