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Por Claudio Fantini. Siempre existió el maniqueísmo en la política, pero en este tiempo se da un resurgimiento exacerbado. El nuevo maniqueísmo avanza como una ola global. En Estados Unidos, ganan terreno los dirigentes y analistas conservadores que advierten que el Partido Demócrata quiere terminar con el capitalismo norteamericano para imponer el “socialismo”. ¿Es así? ¿Qué pasa en Argentina?
Más allá de algunas propuestas radicales de dirigentes jóvenes como Alexandria Ocasio-Cortez y de veteranos como Bernie Sanders, está claro que en sus vocabularios la palabra “socialismo” equivale al modelo socialdemócrata escandinavo y europeo.
Pero para el conservadurismo extremo, la socialdemocracia no es, como siempre ha sido, una variante del capitalismo occidental, la que en absoluto está reñida con la democracia liberal.
En la Argentina, la nueva ola de maniqueísmo fue expresada por el kirchnerismo, al rotular como “la derecha” a todo aquel que critica sus políticas, denuncia corrupción o lo califica como una agrupación autoritaria.
Aunque las nuevas incorporaciones (o reincorporaciones) pretendan atenuar esos vicios ideológicos, sus miembros más políticamente significativos, continúan manejándose en los mismos términos dicotómicos.
El kirchnerismo ya no está sólo en el uso del maniqueísmo; el macrismo también adoptó el método de Manes, para crear la grieta entre dos fuerzas antagónicas.
También el macrismo está recurriendo a falsificar la realidad con postales en blanco y negro. Desde las cumbres de Cambiemos y sus usinas de eslóganes, la bajada de línea recomienda acusar de kirchnerista o funcional al kirchnerismo a todo aquel que -no siendo kirchnerista y sabiendo el riesgo cierto de que Cristina Fernández vuelva al poder- cuestione la candidatura de Mauricio Macri y señale la evidente debilidad de su liderazgo.
Ese maniqueísmo también señala como kirchnerista o funcional a los K a quienes consideran que la actual realidad económica y social muestra el fracaso de Cambiemos.
Por cierto, candidaturas como las de José Luis Espert y Roberto Lavagna están siendo señaladas desde las usinas propagandistas y la dirigencia macrista como consciente y deliberadamente funcionales al kirchnerismo.
Esa bajada de línea está siendo repetida al pie de la letra por comunicadores y dirigentes de distintas áreas que consideran a Macri como la única alternativa a Cristina Fernández.
Y lo que hacen es recurrir al viejo instrumento del maniqueísmo para censurar las críticas y posiciones que no toleran. Una práctica que, en sí misma, está claramente reñida con la sociedad de libertades públicas e individuales que dicen estar defendiendo.