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Por Claudio Fantini. La calma regresa por estas horas a una ciudad sudamericana –Quito-, mientras estallan las protestas en una ciudad europea, Barcelona. En el mismo puñado de horas, Quito y Barcelona marcharon a contramano en cuanto al clima social que se vivía en esas urbes. Veamos de qué se trata.
En la capital de Ecuador, un acuerdo reinstaló la tranquilidad social, mientras que en la capital de Cataluña el fallo que condenó a los acusados en el “proces” independentista detonó una ola de indignación que se manifestó en multitudinarias protestas con duros choques con las fuerzas del orden.
El fallo del Tribunal Supremo de la Justicia española determinó penas de entre 9 y 13 de prisión por sedición, un castigo exagerado para los simpatizantes del independentismo catalán, pero suaves para el españolismo duro. Si se los hubiera encontrado culpables de rebeldía, habrían sido condenados a casi el doble de años de prisión.
Las bibliotecas jurídicas de toda España se dividen sobre el castigo impuesto, mientras las calles de Barcelona arden.
La pregunta que crece desde esas barricadas es qué hará el presidente catalán Quim Torra, un separatista irredento, y cómo responderá el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez.
En las mismas horas, las protestas se desactivaban en Ecuador porque la confrontación tuvo un claro perdedor: el gobierno de Lenin Moreno.
La derrota fue contundente. Lenin Moreno dio el paso atrás que había jurado no dar. Dejó sin efecto las medidas que había descripto como imprescindibles e innegociables, restableciendo el subsidio a los combustibles que ya lleva cuatro décadas y que el presidente describía como una abominación que distorsiona la economía.
El movimiento indígena que se había levantado en lucha contra esas medidas, y que había convertido a Quito en un campo de batalla donde hubo siete muertos y centenares de heridos, puede cantar victoria. Derribó el decreto 883.
¿Puede cantar victoria Rafael Correa por lo sucedido en Ecuador? Lenin Moreno retrocedió, pero no renunció ni convocó a elecciones anticipadas.
Un rasgo particular de lo ocurrido es que siendo el archienemigo del actual presidente y habiéndose zambullido de lleno en esta contienda, Correa no puede sentirse vencedor a pesar de la derrota de Moreno.
Para el ex presidente, la victoria no estaba en que su sucesor se rindiera ante el movimiento indígena deponiendo el decreto 883. La victoria de Correa estaba en la renuncia de Moreno. Quería que el movimiento indígena lo volteara como sucedió con los presidentes Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Pero eso no ocurrió.
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Aunque sin Correa, la poderosa CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) lo mismo habría marchado hacia la capital del país para enfrentar las medidas económicas.
Desde el comienzo del conflicto, Correa entró en trance al reclamar que Lenin Moreno renunciara y realizara elecciones anticipadas. Esa negligente exhibición sediciosa de Correa resaltó la diferencia entre Lenin Moreno y presidentes autoritarios como Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Los regímenes que imperan en Venezuela y Nicaragua afrontaron masivas protestas con brutales represiones, que colmaron las calles de muertos y las cárceles de presos políticos.
Lo revelador es que no cedieron ni cayeron. Ahí está la diferencia con el gobierno de Moreno. Se le puede cuestionar el paquete de medidas que acordó con el FMI, así como la dura represión que lanzó mientras afirmaba que no revertiría su decisión. Pero haber capitulado tras diez días de violencia muestra la diferencia con los regímenes que someten a sangre y fuego a venezolanos y nicaragüenses.
Quizá pueda atenuar este fracaso haber logrado acordar con la CONAIE un paquete de medidas que también le permitirán recortar el déficit y equilibrar las cuentas públicas.
Lo curioso es que la derrota de Lenin Moreno ante la protesta indígena equivale a una victoria sobre Rafael Correa, el líder que apostó a la caída del gobierno ecuatoriano y que mostró, por contraste, su silencio cómplice con las sangrientas represiones que sostienen en el poder a sus aliados Maduro y Ortega.