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Por Claudio Fantini. Una de las cosas que dejó en claro el discurso de Alberto Fernández en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, es que no tiene un plan económico. Por cierto, no estamos diciendo nada que no hayan señalado varios economistas y analistas en las últimas horas. El dato es que más allá de los especialistas, hoy el grueso de la sociedad se da cuenta de esa faltante crítica. Repasemos.
Los argentinos saben cuando hay y cuando no hay plan económico. No lo confundirían con un puñado de medidas adoptadas por un gobierno y referencias aludidas en un discurso presidencial.
El Plan Austral, el Plan Primavera y el plan de la Convertibilidad son ejemplos de lo que el argentino puede identificar como plan económico, con agrado o desagrado. No confundiría medidas sueltas con un plan económico. Y hasta ahora, el gobierno de los Fernández sólo presenta medidas sueltas.
Por cierto, es imposible anunciar un plan sin saber el desenlace de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). De lo que se acuerde o no sobre la deuda, dependerá lo que se pueda implementar.
Las negociaciones con el Fondo no constituyen un hecho periférico con incidencia menor. Todo lo contrario. Pero ese hecho gravitante del cual depende en gran medida todo lo demás, no puede justificar la ausencia de anuncios y la descripción al menos de los lineamientos generales que tendrá el plan económico del gobierno de Alberto Fernández, con el adelanto de un posible plan B si la negociación con el FMI tiene un resultado opuesto al que esperan las autoridades.
Además del condicionante del FMI, la Argentina puede sufrir el impacto del coronavirus en la economía global, en especial por la menor demanda de China.
Para un país que necesita inversión privada y en el que la inversión privada lleva años paralizada, vislumbrar un camino con un sendero alternativo, resulta imprescindible. Sobre todo cuando la economía global comienza a sentir el impacto del coronavirus.
La Argentina, como muchísimos países, tiene su economía fuertemente vinculada a China, que en los hechos empieza a experimentar una inédita cuarentena que afecta la cadena global de suministros, dada la cantidad de componentes allí fabricados.
El FMI preveía que éste fuera un año de repunte, después de la desaceleración económica que habría llegado a su piso en 2019. Ahora, está recalculando la posibilidad y la intensidad de ese repunte.
Aunque el impacto estaría limitado al primer trimestre y podría revertirse si se logra controlar la epidemia, la virtual cuarentena que está experimentando China y su impacto en la cadenas de comercialización y de suministros, produciría una pérdida del orden de los 280 mil millones de dólares, equivalente a un presupuesto anual de la Unión Europea.
Con ese marco global y con una economía estancada, era necesario de que el Presidente esbozara lo más claramente posible una hoja de ruta, con un sendero alternativo por la negociación de la deuda en marcha. Así, los argentinos y los inversores vislumbrarían un camino a seguir en los próximos cuatro años.