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Por Claudio Fantini. La sensación es que la autoridad de Jair Bolsonaro se cae de a pedazos, tras la renuncia de Sergio Moro como ministro de Justicia. A esta altura resulta difícil imaginar que el presidente de Brasil podría concluir su mandato. Los militares que integran su gobierno, los miembros del Tribunal Superior Federal y hasta los partidos miembros de la coalición gobernante empiezan a tratar de convencerlo de que renuncie. Bolsonaro podría enfrentar un impeachment (juicio político).
La disputa por la dirección de la Policía Federal parece una excusa. El ahora ex ministro de Justicia y Seguridad, la única figura con prestigio y popularidad que tenía el gabinete, debe haber tenido la decisión de abandonar esa barca destartalada y a la deriva, cuyo timonel ostenta una pavorosa ineptitud, una abrumadora negligencia y una irresponsabilidad que alcanza el rango de criminal.
La renuncia de Sergio Moro tiene el aspecto de un tiro de gracia sobre la presidencia más patética e inconcebible que haya tenido Brasil.
Bolsonaro salió a atacar a Moro, diciendo que el ex juez había pretendido canjear la cabeza de Mauricio Valeixo (el jefe de la Policía Federal que el presidente echó) por su nombramiento como juez supremo en el Tribunal Superior Federal.
Es posible que haya sido de ese modo. Desde que aceptó el cargo en el gobierno del hombre que él había convertido en presidente al encarcelar a Lula cuando todas las encuestas lo daban como seguro ganador, no hay razones para creer en la ética y en las convicciones del ex juez.
En definitiva, dejar el ministerio para convertirse en un probable magistrado de la Suprema Corte es una forma de abandonar un gobierno. Pero como, al parecer, no lo estaba logrando, decidió patear el tablero y justificarse con la destitución del jefe de la Policía Federal, que resistía las presiones del presidente para que cesen investigaciones contra sus hijos por crímenes y corrupción.
Moro se fue del gobierno señalando que Bolsonaro intentaba obstruir las investigaciones contra sus hijos y las que apuntan a casos de corrupción en el gobierno.
El hecho es que el único ministro con respaldo popular se ha ido dando un portazo, que desgarró aún más la de por si deshilachada imagen de Bolsonaro.
¿Permanecerá por mucho tiempo en su cargo el ministro de Economía? Paulo Guedes no tiene popularidad, pero si algún prestigio como economista, sobre todo en las vertientes más ortodoxas y en los ámbitos empresarial y financiero.
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Todo lo que ha hecho Bolsonaro desde que irrumpió el Covid-19 es irresponsable, negligente y patético. No hay antecedentes en democracia de un miembro del Tribunal Supremo advierta a un presidente que no debe instrumentar “políticas públicas de carácter genocida”. Eso hizo el juez supremo Gilmar Méndes.
El decano del Tribunal Superior Federal, Celso de Mello, pidió al Congreso avanzar sobre un juicio político cuando, en estos días, el presidente volvió a negarse a que se le practique un test para determinar si fue infectado por el coronavirus.
Ya son varios los partidos que han presentados pedidos de impeachment. Y para hundirlo aún más, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso le reclamó que renunciara para evitarle al país un juicio político en un momento tan delicado como éste.
Quienes conocían la trayectoria de Bolsonaro desde que fue sacado del Ejército con el bajo rango de capitán, no tienen razones para sorprenderse del desastre que está viviendo Brasil.
Lo único sorprendente sería que, habiendo cometido tantos estropicios, pueda ocupar hasta el final del mandato un cargo para el cual carece de equilibrio y capacidad.
La renuncia de Sergio Moro podría marcar el punto en el que la deriva se convierte en naufragio.