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Por Claudio Fantini. La proyección de la plataforma marítima continental de Chile a partir de las 200 millas náuticas, que estableció a través de dos decretos el presidente Sebastián Piñera, genera tensión con el gobierno de Alberto Fernández. Ese nuevo límite se superpone con la definición, en agosto de 2020, del límite exterior de la plataforma argentina, a través de la Ley sobre Espacios Marítimos e Insulares. De qué se trata.
La gravedad de la tensión provocada se refleja en la reacción argentina a través de la Cancillería.
“Chile pretende apropiarse de una parte de la plataforma continental argentina, y de un extensa área considerada patrimonio común de la humanidad”, sostuvo la cartera en un comunicado.
Cuando las nuevas coordenadas del límite exterior de la plataforma argentina fueron aprobadas por el Congreso Nacional, no hubo objeciones ni del gobierno ni del Congreso de Chile.
Entre agosto de 2020, cuando el gobierno trasandino guardó silencio, y este momento, en el que sacude el tablero del Tratado de Paz y Amistad firmado en 1984, en Chile ocurrió una elección constituyente que provocó un sismo en el tablero político.
Este hecho impone preguntarse si no existen motivaciones políticas detrás de los dos decretos de Piñera.
En un escenario electoral complicado para el oficialismo, una tensión con la Argentina por diferendos limítrofes podría resultar funcional para la derecha chilena, sobre todo si el Gobierno argentino expresa la vereda política contrapuesta.
La administración de Piñera podría aducir que Alberto Fernández, al tener también riesgos electorales inminentes por los comicios legislativos del 14 de noviembre, es quien busca rédito de una tensión con Chile por las plataformas marítimas.
La diferencia es que en agosto del 2020 no había una elección legislativa en puerta ni la imagen del presidente se había derrumbado por la fiesta clandestina en Olivos y otros descalabros.
El hecho de que ambos gobiernos estén situados en veredas opuestas impone la sospecha de motivaciones políticas detrás de la tensión que generó el anuncio de Piñera.
Tiene lógica sospechar que el mandatario de Chile está siendo presionado por la derecha dura de su país.
¿Con qué objetivo? Dejar al próximo gobierno chileno, eventualmente de izquierda (con Gabriel Boric a la cabeza), en una situación conflictiva que le dificulte el vínculo con la administración kirchnerista.
Incluso, si el próximo presidente fuera Sebastián Sichel, la derecha dura podría intentar condicionarlo.
Al fin de cuentas, Sichel es un centrista de posiciones heterodoxas que en la elección interna venció al favorito de los más conservadores: Joaquín Lavín.
Más que una iniciativa del propio Piñera, en definitiva un moderado, la tensión generada con Argentina parece una iniciativa de la derecha dura.