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Por Claudio Fantini. El régimen que preside Miguel Díaz Canel triunfó sobre las agrupaciones y plataformas disidentes que habían convocado a una jornada de marchas y protestas contra el autoritarismo en Cuba. El anunciado 15N (lunes 15 de noviembre), en el que multitudes debían colmar las calles de La Habana y otras decenas de ciudades, terminó sofocado por el dispositivo montado desde el poder. De qué se trata.
La disidencia, en particular la agrupada en la plataforma Archipiélago, actuó con ingenuidad al convocar con tanta anticipación a una marcha.
Calculó, erróneamente, que el régimen no actuaría para evitar que volvieran a circular por el mundo imágenes de violentas represiones como ocurrió en julio.
Las masivas movilizaciones del 11 de julio habían tomado por sorpresa a las autoridades. Esta vez, no sucedió.
O que, en su defecto, actuaría de igual modo que en aquella oportunidad y, por ende, las agrupaciones disidentes podrían nuevamente visibilizar el descontento social y la represión en Cuba.
Pero se equivocaron.
Esta vez, el régimen actuó de manera diferente, aunque no necesariamente inesperada. Las masivas movilizaciones del 11 de julio, tomaron por sorpresa a las autoridades.
La reacción fue tardía porque las fuerzas represivas salieron cuando las multitudes ya inundaban las calles.
Para retomar el control de la calle, el régimen lanzó una represión con fuerzas policiales, brigadas de elite como las Boinas Negras y fuerzas de choque que ejecutaban “acciones piraña”: grupos de entre cinco y doce hombres que se abalanzaban sobre activistas, los arrastraban y los molían a patadas y trompadas.
Cuando sofocaron las protestas, las cárceles estaban colmadas y se realizaban juicios sumarios para justificar con fallos los apresamientos de cientos, sino miles, de manifestantes.
De cara al mundo, el saldo de la represión de julio fue demoledor para el régimen de Cuba porque quedó expuesta su naturaleza represiva.
Pero, esta vez, el régimen actuó de manera preventiva y tomó por sorpresa a los grupos que convocaron a la marcha del lunes 15.
Díaz Canel hizo interrumpir Internet, lo que incomunicó a los organizadores y a la sociedad; le quito la credencial a la agencia española EFE y a otros corresponsales extranjeros; impidió el ingreso de enviados de medios extranjeros para cubrir los acontecimientos del 15N y apresó en sus hogares a los referentes de la disidencia.
Cuando el dramaturgo Yunior García, el principal referente del grupo Archipiélago, intentó el domingo salir de su domicilio para hacer una recorrida en solitario que les recordara a sus seguidores la marcha del día siguiente, encontró apostado ante su puerta un grupo de personas enviadas por el régimen para impedirle salir de su casa.
En la madrugada del 15N, los domicilios de decenas de activistas quedaron cercados por las bandas enviadas por Díaz Canel para que no salieran a la calle.
El régimen cubano logró su cometido: si los medios de comunicación no tienen imágenes para mostrar, restan espacio a la difusión de los temas.
La represión preventiva debiera tener mucho más espacio que el que tuvo en la televisión de Europa y de las Américas.
No lo tiene, porque el régimen logró evitar que se registraran imágenes de la represión preventiva con la que pudo abortar las movilizaciones del 15N.