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Por Claudio Fantini. Joe Biden llama a los norteamericanos que viven en Ucrania o que se encuentran allí a salir cuanto antes de ese país eslavo de Europa. Antony Blinken dice que la guerra puede estallar en las próximas horas o días, porque Rusia podría invadir Ucrania antes de que concluyan los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing. O sea, ahora.
Quienes hablan en ese tono alarmista son nada menos que el presidente de los Estados Unidos y el secretario de Estado. Se supone que el objetivo de ambos no es generar pánico, sin embargo, hablan como si ya nada pudiera impedir el conflicto. La movilización de fuerzas que desplegó Vladimir Putin habla por sí misma. Y lo que anuncia es una invasión inminente.
A eso se suma que el presidente ruso anunció públicamente que recurriría a los arsenales nucleares si la OTAN, cuyos ejércitos son más poderosos que el de Rusia, se involucrara directamente en el conflicto.
¿Puede Putin replegar semejante movilización militar, con los siderales costos económicos que implican, sin haber obtenido nada a cambio?
¿Puede la OTAN permitirle al líder nacionalista ruso perpetrar otra invasión (ya anexó Crimea y le quitó Osetia del Sur y parte de Abjasia a Georgia) sin hacer nada?
A esta altura de los acontecimientos, ¿es inevitable una guerra en Europa?
Que se trate precisamente de Europa es lo que permite mantener la expectativa de un acuerdo de último momento.
Después de dos guerras mundiales, para los europeos (y esto incluye a rusos y a ucranianos) es impensable que la región vuelva a hundirse en un infierno bélico.
Pero, ¿hay margen para lograr acuerdos sin que ninguna de las partes enfrentadas se vea derrotada?
Sí, hay margen. Una posibilidad de acuerdo surge de repasar «la crisis de los misiles» y el acuerdo entre John Kennedy y Nikkita Jrushev que evitó una guerra posiblemente nuclear en 1962.
Para evitar una guerra en Europa, la OTAN podría comprometerse a no incorporar a Ucrania, a cambio de que Rusia se comprometa a no invadir jamás Ucrania.
Para que el acuerdo sea cumplible, la OTAN podría dejar en claro que si Rusia en algún momento incumple lo pactado y lleva a cabo la invasión, entonces la alianza atlántica actuará como si Ucrania integrara su estructura, o sea, lanzaría una guerra contra Rusia para repeler la agresión.
Este acuerdo obligaría a la OTAN a reformar su constitución, porque la que está vigente le prohíbe entrar en una guerra si el país agredido no forma parte de su estructura.
Pero no quedaría otra forma de garantizar el cumplimiento por parte de Rusia, que a cambio obtendrá la certeza de que en Ucrania no se instalarán misiles occidentales que apunten a su territorio, ni habrá ejército de las potencias de Occidente.
Si, además, se lograra incluir en el acuerdo que Moscú dejará de interferir en los asuntos internos de Ucrania para que en ese país gobiernen los partidos prorrusos, se pondrá fin a una de las razones por las que Kiev quiere incorporarse a la alianza atlántica.
Además, se evitaría una guerra en Europa.