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Por Claudio Fantini. Algo pasa cuando las palabras no tienen las consecuencias que se supone deberían tener. Ciertos pronunciamientos deberían generar debates y otros, deberían cortarlos de cuajo. Pero si no producen nada, es porque algo está fallando en la clase dirigente. Repasemos los ejemplos con base en las palabras del papa Francisco y del legislador peronista José Luis Gioja.
José Luis Gioja culpó a Sergio Uñac por el fallo de la Corte Suprema de Justicia que pospuso la elección en San Juan, dejó pagando la ofensiva kirchnerista, la que acusaba a los jueces de actuar a favor de la oposición.
La ofensiva contra la Corte Suprema contó con la participación estelar de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner.
Según la versión de la cúpula gubernamental, la decisión de la Corte es una prolongación del lawfer al escenario electoral, al perseguir al peronismo por orden de la oposición.
Sin embargo, el vicepresidente 2° de la Cámara de Diputados, José Luis Gioja, dejó en claro que Uñac no podía ser candidato lo que, en otras palabras, equivale a decir que la Corte Suprema actuó correctamente.
Pero la oposición se quedó callada, como si no entendiera el peso de las palabras del veterano legislador y ex gobernador sanjuanino.
La oposición también se quedó callada frente a la afirmación que acaba de hacer el papa Francisco a un grupo de jesuitas húngaros, que debió detonar un debate de gran magnitud.
Contó que en 2010, durante el gobierno de Cristina Kirchner, los kirchneristas quisieron cortarle “la cabeza” enviándolo a juicio por el secuestro por parte de la dictadura militar de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics.
El hoy jefe de la Iglesia Católica dijo que los jueces que fueron a interrogarlo cuando era arzobispo de Buenos Aires tenían orden del gobierno kirchnerista de condenarlo por supuestos actos de complicidad con crímenes de la dictadura militar.
Las acusaciones contra el Papa fueron disparadas por Horacio Verbitsky, Hebe de Bonafini y otros artilleros del kirchnerismo.
Sobre el intento de que Jorge Bergoglio sea juzgado y condenado que hizo el poder liderado por Néstor y Cristina Kirchner, también habla elípticamente la película Los Dos Papas.
Cuando Anthony Hopkins, interpretando a Joseph Ratzinger, le dice a Jonathan Pryce, quien asumió el rol del cardenal Bergoglio, que no podía ser Papa. Y argumentó su afirmación en aquella historia.
Si eso sucedió en el Gobierno cuyos líderes eran Néstor y Cristina Kirchner, quienes lo llamaban “el jefe de la oposición”, sería lógico requerir que el país se haga preguntas al respecto.
Si el Papa efectuó la revelación es posible que, fracasado el intento de condenarlo por complicidad con crímenes de la dictadura, haya intentado encontrar o “fabricar” otras pruebas que sirvan para someterlo a “carpetazos”.
En ese punto podría estar la explicación del enigmático giro que dieron Cristina Kirchner y Jorge Bergoglio dos semanas después de que el sacerdote jesuita se convirtiera en Sumo Pontífice.
Nunca nadie explicó por qué el kirchnerismo se volvió papista dos semanas después de ametrallarlo con aquellas acusaciones, ni por qué Bergoglio empezó, por primera vez desde que Néstor Kirchner llegó al poder, a ser funcional con ese grupo político.
Lo lógico sería el estallido de un debate. Pero en la Argentina las palabras pasan, como fantasmas, sin abrir los debates que esclarecerían tantas zonas grises de la política.