Por Sebastián Turello. Los Turello, junto a otros periodistas, visitó la planta de fabricación...
Autoridades del IAE y de Banco Macro, en una ceremonia conducida por la periodista Verónica...
La empresa Aguas Cordobesas celebró el cierre del programa “Construyendo Futuro 2024", con la...
Junto a las señales positivas de la economía en las últimas semanas, en especial, en el mercado...
Por Juan Turello. El buen momento de la Argentina en los mercados financieros y las palabras de...
El Grupo Sancor Seguros fue nuevamente protagonista en los Premios Prestigio al lograr...
Suscribite al canal de Los Turello.
Por Claudio Fantini. O bien la dirigencia de la oposición en Venezuela terminó de probar su negligencia y su inutilidad, o bien dio una prueba de buena voluntad que la presión internacional valorará, redoblando sus esfuerzos contra el régimen chavista, que encabeza Nicolás Maduro. En principio, la impresión es que se ha vuelto a equivocar, como consecuencias de sus incapacidades para generar una verdadera opción al poder imperante.
Se equivocó en 2005, cuando no concurrió al comicio legislativo que dejó la totalidad de las bancas de la Asamblea Nacional en manos del chavismo. Y posiblemente se equivocó también ahora, por haber tomado la decisión contraria, participando de un comicio en el que no existía ninguna otra posibilidad que no fuera el fraude.
Todo ha sido fraudulento. Empezando por las veces que se cambió la fecha de la elección. La última modificación fue el abrupto adelantamiento de diciembre, al 15 de octubre. Era obvio que el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y el resto del régimen trabajaban desde hacía tiempo con el 15 de octubre como la fecha real.
La de diciembre se mantenía como un engaño, para que las fuerzas opositoras trabajaran con calendario equivocado y, de repente, se encontraran sin tiempo para los acuerdos y la organización que requiere afrontar una elección.
Los opositores no llegaron a plantear adecuadamente que el adelantamiento de la fecha, de diciembre al 15 de octubre, fue una jugada fraudulenta de quienes manejaron los cronogramas a su conveniencia.
La otra jugada fraudulenta fue ligar institucionalmente el comicio con la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), un ente al que la oposición no le reconoce legitimidad.
Al aceptar participar en una elección realizada en virtud de la ANC, los opositores están cayendo en una de las trampas que les tendió Nicolás Maduro. Y a renglón seguido, el mismo Maduro gritó a los cuatro vientos que quienes votaran, por el solo hecho de hacerlo, estarían reconociendo a la ANC, logrando de ese modo que una buena porción de antichavistas desistieran de votar.
¿Qué sentido puede tener el voto en semejantes condiciones? ¿Qué credibilidad puede tener el Consejo Nacional Electoral,si en la supuesta elección para constituyentes cometió el fraude de inflar la cifra de votantes? A ese fraude lo denunció y probó nada menos que la empresa encargada de realizar el escrutinio.
Otra de las trampas que estaban a la vista y con mucha antelación fue la impugnación de muchos de los candidatos más competitivos de la oposición. Y finalmente, en la antesala del comicio, redistribuyó centros de votación, con la evidente intención de aminorar aún más la afluencia de votantes opositores.
¿Es posible creer que un régimen que realizó todas esas jugadas para desalentar el voto opositor, admitiría una derrota si eso ocurriera en las urnas? Creer en las cifras que den los autores de tantos y tan turbios estratagemas, resulta sencillamente estúpido.
Maduro había creado una trampa electoral. La oposición estaba obligada a mostrar esa trampa al mundo. Hacerla totalmente evidente. Como no supo hacerlo, una vez más, la dirigencia opositora quedó entrampada por el régimen.