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Por Claudio Fantini. Frente al mausoleo de Mao Tse-tung, Xi Jinping y los demás jefes del Partido Comunista Chino (PCCH), se inclinaron tres veces para presentar sus respetos a cumplirse 120 años de su nacimiento. En todos los rincones de China hubo homenajes al padre de la revolución.
Seguramente, lo mas evocado fue ❝la Gran Marcha❞ y su triunfo en la guerra civil contra el régimen del partido nacionalista Kuomintang y el presidente Chiang Kai-shek.
De aquella lucha deviene el logro de Mao y el PCCH que aún sigue en pie: la unificación del gigantesco país asiático, en el que conviven muchas etnias, culturas y lenguas; así como un nivel de soberanía nacional e independencia respecto a las grandes potencias coloniales que los chinos no habían tenido antes. Lo demás, empezó a evaporarse desde que el liderazgo de Deng Xiapoing inició las reformas económicas.
El socialismo, la hambruna y la persecución
Seguramente que en las ceremonias del 26 de diciembre tampoco se habrán debatido los postulados ideológicos y las cerradas convicciones que ❝el Gran Timonel❞ planteó en su ❝Libro Rojo❞, y llevó a la práctica entre las décadas del cincuenta y principios del setenta del siglo pasado.
En las páginas del texto sagrado del maoísmo y en sus discursos oficiales, el líder de la revolución comunista china sostiene, por ejemplo, que ❝la transformación de la propiedad individual en propiedad colectiva socialista en la agricultura y la artesanía, y de la propiedad capitalista en propiedad socialista en la industria y el comercio, libera necesariamente y en gran medida las fuerzas productivas, creando las condiciones sociales para un inmenso desarrollo industrial y agrícola❞.
La realidad demostró lo contrario, a través de las catastróficas consecuencias que tuvo el llamado Gran Salto Adelante, la política de colectivización que provocó más de 30 millones de muertes por hambruna.
Las evocaciones tampoco ensalzarán al proceso que Mao llamó Revolución Cultural y que, en definitiva, no fue más que una inmensa y brutal cacería de brujas con el argumento de la purificación ideológica.
Los dos pasos
No obstante, las encuestas muestran que el grueso de la población recuerda los dos pasos sin los cuales no existiría esta poderosa China de la actualidad: la independencia respecto a la injerencia extranjera y la unificación nacional y territorial. Y eso lo aportó Mao Tse-tung, el prócer que ya habría cumplido 120 años.●
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