Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en relación...
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Por Claudio Fantini. Una estafa. El amor de pareja que simularon Daniel Scioli y Karina Rabolini desde que el ex motonauta apuntó la proa hacia la Presidencia, fue una estafa política. La postal del dirigente peronista con esa mujer espléndida y enamorada, fue la carta principal de la campaña sciolista. Ésa es la estafa.
En cualquier otra circunstancia, que un dirigente y su mujer se separen, es algo de lo que la prensa no debiera ocuparse. Pero si esa mujer jugó un rol fundamental en la campaña presidencial, simulando que todo en la pareja estaba bárbaro, entonces ya no se trata de un tema para revistas del corazón, sino para el análisis político.
Ninguna otra figura tuvo el protagonismo de la famosa modelo en la campaña de Scioli. Apareció por todos lados describiendo un enamoramiento profundo y vigoroso debido a “las virtudes” del hombre que aspiraba a suceder a Cristina Kirchner, elegido por ella. Es difícil pasar en un santiamén de tanto amor a Scioli, a estar en pareja con un acaudalado empresario.
La postal del dirigente peronista con esa mujer espléndida y enamorada, fue la carta principal de la campaña sciolista. Ésa es la estafa.
Por cierto, la hipocresía de simular matrimonios perfectos donde lo que hay es distanciamiento, desamor o adulterio, es una epidemia en la política argentina y el mundo en general.
Obviamente, la infidelidad en la política norteamericana no fue una exclusividad de John Kennedy y de Bill Clinton; tampoco los Francois Mitterrand y Hollande fueron los únicos adúlteros en el palacio del Elíseo, ni Juan Carlos de Borbón en el reino de España.
En la Argentina, la simulación del buen matrimonio se vio con Raúl Alfonsín y su esposa, Lorenza Barrenechea. Y tuvo un pico de brutal apoteosis con Carlos Menem echando a Zulema Yoma de la Quinta de Olivos.
El libro argentino de las simulaciones matrimoniales necesita varios tomos si se incluye la larga lista de gobernadores que incurrieron en la jugada hipócrita de simular una armonía familiar inexistente.
Buena parte de la culpa está en las sociedades que le dan importancia a la relación marital y se fascinan con las parejas que parecen perfectas. Pero que en la Argentina, como en buena parte del resto del planeta, haya muchísimos políticos hipócritas que estafan electorados con postales matrimoniales fraudulentas, no le resta gravedad a la farsa que Daniel y Karina escenificaron en la larga campaña presidencial que tuvo tres actores protagónicos: el candidato que vendía autenticidad y credibilidad; su bella mujer y coequiper, y el supuesto amor de pareja que los unía vigorosamente.
A
lguna vez algún candidato deberá pagar, políticamente, por esta vieja y recurrente estafa, perpetrada por dirigentes de todas las ideologías. Quizá a Scioli le toque ser el primero.