Por Claudio Fantini. Venezuela fue la primera señal de la política exterior de Mauricio Macri. El mensaje dice: se acabó el silencio cómplice con la persecución política que practica con alevosía Nicolás Maduro. La respuesta del mandamás chavista sonó a matón de barrio: “No se metan con nosotros”. Pero retumbaron más sonoramente las balas que acribillaron al dirigente opositor Luis Manuel Díaz, en un acto multitudinario y a sólo dos metros de Lilian Tintori, esposa del preso político Leopoldo López y, hoy por hoy, el rostro más conocido y paradigmático de la oposición venezolana.

Ilustración editada digitalmente en base a imágenes publicadas en AlertaOnline.com y BlogsdelaGente.com

Los medios de la región, que son afines a los gobiernos populistas, dijeron que Dilma Rousseff había salido al cruce del presidente electo de Argentina para atenuar su embestida contra el chavismo. Pero la verdad parece otra: la presidenta de Brasil emitió un comunicado señalando a Caracas su preocupación por el trato a los opositores y pidiendo transparencia y paz en los cruciales comicios del próximo domingo.

En cuanto al gobierno argentino entrante, Dilma estaría planteando la necesidad de manejarse con mucha cautela, para evitar consecuencias indeseables.

❝Intentar aplicar la cláusula democrática podría generar divisiones pocos recomendables en una región que parece haber iniciado un viraje político que la aleja del populismo autoritario❞

En rigor, la propuesta de Macri para suspender a Venezuela en el Mercosur con la aplicación de la cláusula democrática establecida en el Protocolo de Ushuaia, podría no ajustarse totalmente a esta situación.

Es discutible que aquel Protocolo, establecido en 1998 a raíz de sucesos como el cierre del Parlamento peruano que había perpetrado el presidente Alberto Fujimori, sirva para un caso como el venezolano. Intentar aplicarlo podría generar divisiones poco recomendables en una región que parece haber iniciado un viraje político que la aleja del populismo autoritario.

La posición de Macri aporta un debate absolutamente necesario, que debe romper un silencio vergonzoso. La cautela de Brasil no debe ser vista como complicidad con el chavismo. Por cierto, a Brasil le interesa mantener la relación que convirtió a Venezuela en el principal destino de sus inversiones y exportaciones. Pero la experimentada diplomacia de Itamaratí sabe cómo manejar ciertas situaciones delicadas con gobiernos peligrosos.

Macri no fue el primero en exigir a Maduro otro trato a la oposición. Antes lo hicieron un grupo de prestigiosos ex presidentes y los mandatarios en funciones Juan Manuel Santos, de Colombia, Ollanta Humala, de Perú, y la chilena Michelle Bachelet.

A eso sumó el jefe de la OEA, ex canciller de Pepe Mujica y alto dirigente del Frente Amplio que gobierna Uruguay, Luis Almagro, a quien Nicolás Maduro respondió llamándolo “basura”.

Otra señal visible es que el respaldo de gobernantes muy amigos de Hugo Chávez, como el boliviano Evo Morales y el ecuatoriano Rafael Correa, expresan -en un tono más bajo- sus apoyos al chavismo.

La prueba de fuego será las elecciones legislativas del próximo fin de semana. Si el chavismo pierde, tal como lo anticipan las encuestas, la oposición podría convocar un referéndum revocatorio que sacaría del poder a Maduro. ¿Aceptaría el chavismo semejante situación? Y si no lo hace, ¿cómo reaccionará la región?