Por Claudio Fantini. Igual que en muchas izquierdas de la región y del mundo, en el kirchnerismo hay quien defienden abiertamente al régimen de Nicolás Maduro por identificación ideológica, y están los que se limitan decir que es el presidente legítimo porque surgió de un proceso electoral, por lo que derribarlo o adelantar los comicios presidenciales, es un golpe de Estado. ¿Qué hay detrás de estas posiciones?
Este segundo caso es llamativo, porque el peronismo, con mucha razón, siempre denunció que todos los procesos electorales que se hicieron con el Partido Justicialista proscripto carecieron de legitimidad. Y en la elección de la que surgió el actual mandato de Maduro, estuvo proscripta la Mesa de Unidad Democrática, principal coalición opositora, y los dirigentes más destacados de la oposición, todos inhabilitados arbitrariamente.
El respaldo que el kirchnerismo y ciertas izquierdas dan al régimen venezolano, no sólo revela cultura autoritaria, también prueba negligencia.
Apoyar a una dictadura calamitosa por razones ideológicas explica cabalmente lo que quiso decir Ortega y Gasset al afirmar, en un prólogo de La Rebelión de las Masas, que “ser de izquierda, como ser de derecha, es una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”.
Autócratas conservadores como Vladimir Putin y Recept Tayyp Erdogán, la reaccionaria teocracia persa, el capitalismo autoritario chino y los gobiernos caribeños que reciben el petróleo subsidiado, apoyan a Maduro por conveniencias económicas o geopolíticas y, en ambos casos, aunque reprochable, hay fundamento lógico.
También es lógico, aunque despreciable, el apoyo de las dirigencias que recibieron financiamiento, prebendas o la posibilidad de hacer suculentos negocios gracias a la política que inició Hugo Chávez para comprar lealtades foráneas.
Las autocracias que se están apropiando de Venezuela merced a la ineptitud del régimen, no tienen que pagar precios políticos por apoyarlo. Sí tienen, y lo pagan con resignación, las dirigencias que recibieron financiamiento, prebendas o espacio para oscuros negociados.
Pero también están las izquierdas que apoyan a Maduro sin tener razones inconfesables. Para esos casos, hay dos posibles explicaciones: una, es la “imbecilidad” aludida por Ortega y Gasset. La otra, tiene que ver con la significación que Jean-Francois Revel le daba al concepto “hemiplejía moral”.
El pensador francés acusaba al izquierdismo ideológico de juzgar a dirigencias y regímenes, no por los hechos sino por la posición política. Desde ese enfoque, masacrar, censurar, robar, torturar o tener presos políticos no son hechos malos en sí mismos, sino que dependen del signo ideológico del poder que los comete.
Como el poder imperante en Venezuela tiene discurso y simbología izquierdista, hay izquierdas que lo apoyan a pesar de su criminal represión, sus cárceles colmadas de disidentes, la destrucción de PDVsa, la falta de alimentos y medicamentos, el colapso del sistema energético, la debacle del sistema médico y las demás tragedias humanitarias que causaron la diáspora más grande de la historia americana.
Algunos de los que están obligados a devolverle favores al régimen, eluden defenderlo abiertamente. Sólo dicen que Maduro es un presidente legítimo y que sacarlo por la fuerza o adelantando elecciones, implica golpe de Estado. Pero está a la vista que, ni bien la oposición fue mayoría en el Congreso, se anuló institucionalmente al Poder Legislativo.
Si hubiera honestidad intelectual en muchos de los defensores ideológicos, llamarían las cosas por su nombre: Cuba hace con Venezuela colonialismo extractivo.
Para asegurar su continuidad, Cuba maneja los servicios de inteligencia y el Ejército de Venezuela.
Es válido y legítimo oponerse a una acción militar externa. Pero rechazar un ataque norteamericano es una cosa, y defender a un régimen forajido que entregó el país a mafias y potencias, es otra muy distinta.