Por Claudio Fantini. Sobre la ya tambaleante economía argentina se abatió una jornada negra en la economía mundial. El derrumbe más grave desde 2008 es la conjunción del “efecto coronavirus” con la abrupta y profunda caída de los precios del petróleo. Este desplome impacta sobre esa esperanza que hace soñar a la Argentina con su salvación: Vaca Muerta. La caída del valor del crudo enterró por ahora las expectativas que generaba la explotación de shale gas y shale oil en Vaca Muerta.

Jerome Powell, titular de la Reserva Federal, anunció tasas casi a cero por ciento para evitar una recesión | Foto: elpais.com

Ese derrumbe petrolero fue provocado por Arabia Saudita, en manos de un hombre fuerte con antecedentes tenebrosos: el príncipe Mohamed Bin Salman. La razón es la pulseada que mantiene con Rusia.

Después de que Riad intentara -como cabeza de la OPEP- bajar la producción para compensar la reducción en el precio por una menor demanda ocasionada por el coronavirus en el mundo, que fracasó por la obstrucción de Moscú, el príncipe Salman provocó la fuerte caída del precio para vengarse de Rusia.

La temeridad de la jugada de Mohamed Bin Salman implica un riesgo gigantesco incluso para su propio país, ya que, para poder doblegar a Rusia, cuya economía está más diversificada que la saudí, necesita llevar los precios por debajo de los 25 dólares el barril.

La jugada es tan riesgosa y grave para la economía mundial, que seguramente hasta los aliados de la Casa Saud, como Estados Unidos, comenzarán a arrepentirse de su amistad con el príncipe que ordenó matar y descuartizar a Yamal Jashogyi, un disidente notable, en el consulado saudí de Estambul.

Pero, además de la pelea entre Rusia y Arabia Saudita por el precio del barril de petróleo, lo que está en juego es la estrategia de Vladimir Putin para que, con bajos precios, se afecte el desarrollo del fracking en Estados Unidos.

Mediante la técnica de perforar la roca madre, Estados Unidos se autoabasteció de crudo y de gas natural, que antes debía importar. Rusia apunta contra ese negocio.

Ese cambio en la reglas de juego le permitió a la administración de Donald Trump sacarse de encima la dependencia de las decisiones de los países árabes en la OPEP, y castigar a Rusia, cuyos mayores ingresos provienen de la venta de energía a Europa, y por extensión a Venezuela, ya limitada en su capacidad de producción y de entrega de crudo al mundo, salvo para sus aliados en Cuba y en Nicaragua.