Por Claudio Fantini. El strip poker es la versión de ese juego de cartas en la que en cada mano que se pierde, el jugador entrega una prenda de la ropa que viste. Por lo tanto, el riesgo es terminar desnudo. El esquema de poder que armó Cristina Kirchner para ganar la elección de 2019 pronto se convirtió en una versión política del strip poker. Alberto Fernández fue perdiendo todas las manos. En cada derrota perdió una prenda. Repasemos cuál es la situación actual.

Acaba de perder el último harapo y, ahora, la Argentina está frente a la bochornosa escena de un presidente desnudo sobre el escenario del poder.

El ingreso de Massa como superministro de Economía tiene el aspecto de quien asume la conducción apartando bruscamente del volante al conductor.

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Alberto Fernández perdió la conducción del Gobierno hace tiempo.

Alberto, fue perdiendo autoridad 

Empezó a perderla cuando, al cumplir la orden kirchnerista de sacar dos puntos de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires para dárselos a Axel Kicillof, renunció al escenario que lo beneficiaba y en el que compartía protagonismo con Horacio Rodríguez Larreta.

Lo que vino a renglón seguido fue una larga sucesión de renuncias bochornosas, que lo iban dejando desnudo de autoridad.

Había intentado retener la conducción de la economía, pero la renuncia de Martín Guzmán dejó a la vista que tampoco eso podía manejar, aunque se aferraba a la porción del volante que la vicepresidenta forcejeaba para quitarle.

Pese a la renuncia de Guzmán, intentó una mano más para “salvar la ropa”.

Cuando Sergio Massa le propuso hacerse cargo de la economía asumiendo como jefe de Gabinete, Alberto Fernández dijo “no”.

En realidad, el presidente movía fichas sobre un tablero en el que ya no controlaba absolutamente nada.

Massa, el superministro

Habiendo aceptado ahora su desnudez, Alberto le entregó al Sergio Massa los superpoderes que reclamaba: la suma de los ministerios de Economía, Agricultura y Producción.

Gracias a que ya no hay lugar para reemplazos en el cargo presidencial, Alberto Fernández seguirá ocupando el principal despacho de la Casa Rosada y continuará habitando la Quinta de Olivos.

También presidirá actos oficiales, pronunciará discursos y los miembros del Gabinete, incluido Massa, hablarán como si el presidente siguiera efectivamente al mando.

Incluso, tendrá la posibilidad de recobrar los comandos del Gobierno, si la situación tomara algún giro inesperado, cosa que en la política argentina es más la regla que la excepción.

De momento, Alberto Fernández quedó sentado en el asiento del acompañante del hombre que está al volante: Sergio Massa.

La pregunta es por cuánto tiempo logrará el superministro económico conservar el protagonismo.

Los argentinos ya han visto varios aspirantes a soles que terminaron siendo estrellas fugaces. Los últimos ejemplos fueron Juan Manzur y Daniel Scioli.

¿Devorará también al hoy refulgente Massa ese agujero negro que es el Gobierno nacional?

¿Tiene un plan para revertir el desastre económico? ¿La vicepresidenta acepta ese plan?

Algunas de las preguntas inquietantes que ensombrecen el ascenso del nuevo astro, en el firmamento donde todas son estrellas fugaces.

Claudio Fantini

Politólogo y periodista. Analista político en medios argentinos y del exterior. Profesor y mentor de Ciencia Política en la Universidad Empresarial Siglo 21 (UES21). Autor de varios libros, el último de los cuales es la La Gravedad del Silencio.