Por Juan Turello. Por momentos, Argentina suele estar aislada del resto del mundo en...
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Por Claudio Fantini. La sociedad argentina quedó tratando de dilucidar quién es el mayor culpable. Los días anteriores mostraron la magnitud del desastre que causa la interminable implosión de la coalición gobernante a partir del encono entre Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Kirchner. Para el Presidente y sus leales, la culpable es la vicepresidenta, por atacarlo y humillarlo todo el tiempo. Cómo sigue la pelea.
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La implosión del gobierno y de la coalición del Frente de Todos comenzó cuando Martín Guzmán cerró un acuerdo con el FMI, o bien cuando el oficialismo sufrió una tremenda derrota en las elecciones legislativas de 2021.
Alberto se rinde ante Cristina, pero sus capitulaciones nunca son completas, lo que produce una agonía larga y destructiva.
La estrategia del Presidente está en las medias tintas. Siempre cede sin entregarlo todo. Eligió quedarse en la mitad del río, donde lleva más de un año hundiéndose.
Si su decisión era confrontar con quien lo convirtió en jefe de Estado debió hacerlo al todo o nada. Marchar decidido hasta la otra costa, desafiando la corriente. Pero se quedó -otra vez- a mitad del río.
La permanencia del ministro de Economía era su señal de resistencia. La vicepresidente embestía, una y otra vez, pero él resistía.
Resistía a su modo, o sea, cediendo, entregando más cabezas (Marcela Losardo, Juan Pablo Biondi, el pase de Santiago Cafiero a la Cancillería, Matías Kulfas, etcétera), pero no lo entregaba a Guzmán; el último bastión que le quedaba de su honor presidencial.
El problema es que nunca se atrevió a darle a ese ministro lo que le pedía para poder gestionar la Economía.
Y lo que le pedía Guzmán era que sacara de sus cargos en la Secretaría de Energía y otros bastiones del área económica a los funcionarios kirchneristas abocados a sabotearlo.
Guzmán decidió lanzar su renuncia como un arma para que dañe a los dos responsables de que la Argentina tenga un gobierno fallido. El discurso de Cristina quedó eclipsado por la sísmica noticia.
Unos porque no aceptaron y otros porque no lograron la aprobación de Cristina Kirchner, dejaron a la vista un presidente desorientado. La vice lo tenía contra las cuerdas, pero fue el sopapo de Guzmán el que lo dejó grogui.
Cuando el domingo terminaba, Alberto volvió a mostrar su vocación de medias tintas: se dejó imponer una ministra cristinista.
Además, en lugar de entregar a Sergio Massa la jefatura de Gabinete y las demás palancas de poder que pedía el jefe de Diputados, se quedó con el opaco Juan Manzur.
En síntesis, ni avanzó hacia la costa de Cristina ni se animó a nadar hasta la costa opuesta. Alberto Fernández volvió a quedarse en la mitad del río, hundiéndose lenta e inexorablemente.