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Por Claudio Fantini. La diferencia entre España y países como Francia, Holanda, Italia, Austria, Gran Bretaña y Bélgica es, entre otros, que el antisistema en esos estados está en la ultraderecha, mientras que en España está en la izquierda. El “rupturismo” que en Francia lleva el nombre de Le Pen; en Holanda el de Wilders; en Austria el de Hofer y en Gran Bretaña el de Farage, en España se llama Pablo Iglesias.
Grecia es económicamente comparable, por eso el antisistema heleno fue Syriza, la izquierda radical liderada en su asenso al poder por Tsipras y Varoufakis. Pero en Grecia también creció una ultraderecha: el partido neonazi Amanecer Dorado, que lidera Nicos Michaloliakos.
En España no creció la ultraderecha. Al fenómeno antisistema que recorre Europa y Estados Unidos lo monopolizó Podemos, el partido surgido del movimiento de los “indignados” que irrumpió espontánea y tumultuosamente en el peor momento de la crisis económica.
Tras el traumático proceso electoral, que terminó dejando el gobierno en manos del centroderechista Partido Popular (PP), la izquierda antisistema había entrado en una crisis de identidad. El número dos de Podemos, Iñigo Errejón, enfrentó al número uno, Pablo Iglesias, impulsando un giro hacia la moderación, que les permitiera una alianza con el Partido Socialista, en lugar de condenarlos a la coalición con los comunistas de Izquierda Unida (IU), que fue claramente derrotada en las urnas.
Las ultraderechas europeas mantienen su crecimiento en base al discurso anti-UE y anti-inmigración. Podemos necesita el derrumbe de la economía.
El enfrentamiento entre la continuidad en la radicalización, que representa Pablo Iglesias, y el giro moderado impulsado por Errejón, se dirimió el último fin de semana en favor de la radicalización izquierdista. Al fortalecer a Pablo Iglesias, la convención partidaria eligió un camino que profundizará la alianza con los comunistas y, para tener la competitividad electoral, que le falta, deberá aliarse a las fuerzas independentistas de Cataluña y País Vasco.
Lo curioso es que se haya ratificado abrumadoramente la tendencia que fracasó en las urnas. Una línea de radicalización cuya suerte se juega a que el tímido repunte económico actual, se revierta abruptamente y se produzca otra estrepitosa caída.
Aquí también el antisistema español se diferencia de los otros. Las ultraderechas pueden mantener su crecimiento en base al discurso antieuropeísta y anti-inmigración. Podemos necesita el derrumbe de la economía.