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Por Claudio Fantini. Lo que logró el hombre que atacó al candidato ultraderechista Jair Bolsonaro, es hacerle un favor a su campaña para presidente de Brasil. Ese ex capitán del ejército y actual legislador ganaba espacio por las bestialidades que le hace decir su extremismo y su demagogia. Ahora, encabeza todas las portadas como “víctima” y no como apologeta de victimarios.
Si de verdad, el hombre que apuñaló a Jair Bolsonaro en Minas Gerais es militante de izquierda y votante de Lula, acaba de hacerle el peor de los favores a la idea política que dice o que cree defender
Flavio Bolsonaro, hijo del candidato atacado, dio dos versiones exactamente contrapuestas sobre la gravedad de las heridas que recibió su padre. Si la vida del apuñalado corrió realmente peligro, de momento es un enigma.
Si el atacante fuera hijo o familiar de personas torturadas por la dictadura, el atentado tendría lógica (no justificación) en el hecho de que Bolsonaro es un apologista de los crímenes cometidos durante el régimen militar en Brasil. Cuando votó a favor del juicio político a Dilma Rousseff, hizo un repugnante elogio del oficial que se había encargado de torturarla cuando estaba en prisión.
El racismo y la xenofobia que Bolsonaro enarbola como bandera política también lo hacen blanco de un desprecio muy profundo.
Esto no implica que los enemigos del racismo, la xenofobia y la homofobia puedan llegar al punto de intentar asesinarlo. Lo que está claro es que el único beneficiado con lo que ocurrió en Minas Gerais, es el candidato atacado. Por primera vez sucede algo que lo muestra como víctima y no como victimario.
Eso lo coloca, también por primera vez, en la portada de todos los medios, gráficos y electrónicos, lo cual le resulta indispensable porque -al ser candidato de un solo partido- tiene mucho menos minutos de publicidad televisiva que el que tiene, por ejemplo, Geraldo Alckmin, postulado por una amplia coalición, por lo suma los minutos otorgados a cada uno de los partidos que la integran.
No es la primera vez que irrumpe la violencia en la campaña electoral de Brasil. En marzo, una caravana de Lula fue atacada a balazos en Curitiba. En este caso, el ataque registrado por las cámaras genera una sensación de letalidad que no concuerda con el daño que, en definitiva, le provocó al ex capitán del ejército el cuchillo del agresor.
Lo único verificable es que el hombre cuyo discurso alienta la homofobia, el racismo, la xenofobia y la violencia, aparece -esta vez- como víctima.
Tras la anulación definitiva de la candidatura de Lula da Silva, Bolsonaro quedó al frente de las encuestas con el 22% de intención de voto para la primera vuelta presidencial en Brasil, el 7 de octubre próximo. Lo siguen la ecologista Marina Silva y el socialista Ciro Gómez, con un nada despreciable 13%. A nueve puntos porcentuales llega el liberal Geraldo Alckmin y por detrás está el candidato del PT y de Lula, Fernando Haddad, con 6%.
El candidato ultraderechista, que se caracteriza por una demagogia extrema y violenta, aparece como seguro ganador de la primera vuelta de los comicios. Pero los sondeos, por caso el último de IBOPE, muestran también que sea quien fuere el que logre el segundo puesto y entre al ballotage, derrotaría por amplio margen a Bolsonaro.