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Por Claudio Fantini. El “no” de los escoceses retumbó en muchos rincones europeos. Varias naciones integradas a otras naciones, habían centrado su atención y expectativa en las urnas escocesas, por caso la región de Cataluña en España.
La salida de los escoceses del Reino Unido de la Gran Bretaña, que también integran Inglaterra, Irlanda del Norte y Gales, habría alentado, por caso, a naciones como los flamencos, incómodos en la convivencia con los wallones en el estado belga. También los corsos y otros pueblos sienten una pertenencia forzada.
Pero la mayor expectativa la tenía Cataluña. Los independentistas que apoyan la iniciativa soberanista impulsada por el gobierno de Artur Mas y su partido, Cnvergencia i Unió (CIU), y el independentista más radicalizado Esquerra Republicana, esperaban el triunfo del “sí” como un espaldarazo a votar la separación en el referéndum que se realizará el 9 noviembre. Ese espaldarazo no llegó. Escocia se conformó con las promesas de mayor autonomía que le hizo Londres si elegía seguir siendo británica.
El discurso del Partido Nacional Escocés describiendo un salto a la prosperidad separándose de Gran Bretaña, para adueñarse totalmente del petróleo del Mar del Norte, fue menos creíble que el discurso de los partidos unionistas (Conservador, Laborista y Liberal Demócrata), planteando que la prosperidad y el desarrollo se lograron dentro del Reino Unido, mientras que fuera del Estado británico el futuro escocés se volvería incierto.
Por cierto, también influyeron las amenazas de grandes corporaciones industriales y financieras, a los que se sumó la extraña pretensión de los separatistas de independizarse, pero de conservar la libra esterlina como moneda y a la reina Isabel II como jefa de Estado.
La duda creció y tomó la forma del “no”, pero eso no implica que región española de Cataluña se pronuncie del mismo modo en las urnas el 9 de noviembre.
Escocia se unió con Inglaterra en 1707 por voluntad del Estado escocés. Primero, se acercaron las coronas y luego los parlamentos de Edimburgo y de Londres aprobaron las Actas de la Unión. Necesidades económicas gravitaron sobre Escocia por unirse a los ingleses. Por caso, la inmensa deuda que dejó un fallido intento de colonización en América Central y la ayuda financiera que facilitaba la asociación con el Reino de Inglaterra.
En el caso catalán, más que una decisión propia, fue una imposición. Tras un año de estar sitiada por las fuerzas franco-españolas enviadas por Felipe V, el primer rey Borbón, Barcelona cayó y Cataluña perdió sus leyes y sus instituciones.
Lo que tienen en común catalanes y escoceses es que se trata de naciones con fuerte idiosincrasia e identidad cultural, y que la historia cambiará a partir de sus respectivos referéndums. La de Escocia, porque la pulseada obligó al gobierno central británico a concederle más autonomía; y la de Cataluña, porque incluso si triunfara la opción de continuar perteneciendo España, habrá un cambio significativo: los 300 años trascurridos desde la caída de Barcelona en 1714 fueron de pertenencia impuesta, y los que seguirían al referéndum, serían de pertenencia voluntaria.
O sea que, si los catalanes siguen siendo parte del reino de España, no será porque se los impusieron, sino porque así lo decidieron.