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Por Claudio Fantini. El chavismo está confirmando que no hay peor astilla que la del mismo palo. Y la astilla que se clavó en el régimen que encabezan Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, se llama Luisa Ortega, una chavista, quien es a la vez la Fiscal General del Ministerio Público.
Con su mensaje televisado al pueblo venezolano, la Fiscal General se colocó al frente de la resistencia al poder chavista, que aún controla al Estado bolivariano y a las Fuerzas Armadas. Y ese rol fue convalidado luego por la ovación de los legisladores opositores que la recibieron y escucharon en la Asamblea Nacional.
La actitud de la chavista no es una sorpresiva conversión en demócrata, sino un destello de lucidez percibiendo un Gobierno condenado al hundimiento o al totalitarismo.
Luisa Ortega es la funcionaria y dirigente chavista que está forzando una fractura en el gobierno, para que el sector disidente se una a la oposición y fuerce la caída del impredecible Maduro.
No hay otra interpretación lógica al accionar de la funcionaria que profesó devoción por Hugo Chávez; llegó a su cargo votada por un Congreso dominado por el chavismo; justificó la prisión de cientos de disidentes, incluido Leopoldo López, y desembocó en este desafío a un gobierno al que acusa de violar la Constitución y de haber reemplazado el Estado de Derecho por un “Estado policial”.
Quienes lideran el régimen pueden dar otro paso en la ilegalidad si destituyen a la Fiscal General a la que han acusado de “traidora”, pero difícilmente puedan describirla como una “oligarca” de “la derecha antipatria”. Ella pertenece al mismo partido y hasta hace muy poco tiempo se esforzaba desde el Ministerio Público para dar un camuflaje de legalidad a las arbitrariedades de un poder claramente autoritario.
Luisa Ortega es marxista y también hija de marxistas. Difícilmente crea de verdad en los argumentos jurídicos y filosóficos con que está defendiendo el Estado de Derecho, las libertades públicas y el sistema pluralista. Lo que su inesperada rebelión contra el régimen chavista muestra es que los estropicios causados por un gobierno abrumadoramente inepto y corrupto, han ido demasiado lejos.
Probablemente, la actitud de la chavista no es una sorpresiva conversión en demócrata, sino un destello de lucidez percibiendo una deriva condenada al hundimiento o al totalitarismo. Y en esa disyuntiva, Luisa Ortega optó por liderar un motín contra ese capitán inservible y desvariante que está ahogando a un pueblo entero.