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Por Claudio Fantini. Hizo bien Cristina Kirchner en plantear la contradicción británica de rechazar la validez del referéndum en Crimea, mientras funda su negativa a negociar por Malvinas en una consulta popular similar. Ayer, recibió un llamado de apoyo de Putin.
Por cierto, hay una diferencia: la Constitución ucraniana, a diferencia de la legislación del Reino Unido, no contempla un referéndum sobre la soberanía de un territorio.
No obstante, fue astuto y oportuno resaltar la contradicción británica para poner en la prensa europea el tema Malvinas. Además, Cristina Kirchner volvió a cuestionar el «doble estándard» de las potencias occidentales.
Muchos países exponen contradicciones a partir del conflicto entre Ucrania y Rusia por Crimea.
Al firmar la anexión de Crimea, Vladimir Putin dijo que las potencias que integran la OTAN declaran ilegal el pronunciamiento de los habitantes de Crimea, pero posibilitaron que Kosovo deje de ser una provincia serbia, a pesar de que la secesión es anticonstitucional en Serbia.
Es cierto, pero hay dos diferencias con el caso actual: 1) A los albaneses de Kosovo (musulmanes de raza iliria), Serbia los estaba masacrando y expulsando mediante deportaciones en masa; mientras que los crimeanos de ascendencia rusa no sufrían discriminaciones ni limpieza étnica en Ucrania; y 2) Kosovo no fue anexada por Albania sino que se convirtió en un Estado independiente, como Timor Oriental al separarse de Indonesia.
En el discurso del presidente ruso aceptando la anexión que le pidieron las urnas en Crimea, también hay una gran contradicción: los habitantes de Nagorno-Karabaj (un enclave armenio dentro de Azerbaiján) llevan años reclamando pasar a ser parte de la República de Armenia, pero Moscú nunca les reconoció ese derecho que sí les reconoce a los de Crimea.
Hay otro caso más presente en la memoria del mundo: cuando el primer presidente democráticamente elegido de Chechenia, Yegor Dudayev, realizó el referéndum soberanista por el cual su pequeño país caucásico se pronunció por separarse de Rusia para ser un Estado independiente, fue el propio Putin quien lo sometió a sangre y fuego.