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Por Claudio Fantini. En términos geográficos, está a muchos miles de kilómetros. Pero en términos políticos, Ucrania quedó a la vista de Venezuela. La oposición del país caribeño mira con emoción hacia nación de los confines orientales de Europa.
Allí, en las tierras heladas, próximas a la República Rusa, las protestas lograron su cometido: derribar al presidente y conformar un gobierno que llevará el país hacia elecciones anticipadas.
Y Nicolás Maduro quizá empezó a preocuparse al ver que Víktor Yanukovich pasó -en un puñado de sangrientos días- de gobernante todopoderoso a prófugo, por obra y gracia de manifestantes a los que no pudo doblegar una feroz y criminal represión.
Al líder de las fuerzas pro-rusas no pudo salvarlo ni el implacable Vladimir Putin, quien hizo todo lo que estuvo a su alcance para que no lleguen al poder los que quieren sacar a Ucrania de la órbita de Rusia, para asociarla a la Unión Europea.
Es posible que la caída de Yanukovich influyó en la decisión de Maduro de convocar a una mesa nacional de paz. A su intranquilidad habrá sumado el revés electoral que acaba de sufrir Rafael Correa.
En los comicios para elegir alcaldes en Ecuador, la oposición de derecha se impuso holgadamente en las ciudades más grandes, populosas e importantes del país: Quito, Guayaquil y Cuenca, lo que supone un duro golpe para uno de los más estrechos allegados ideológicos del chavismo.
Pero quizá hubo un tercer factor en el cambio de posición del presidente venezolano, que pasó de rechazar todo tipo de diálogo con la oposición, a la que califica como golpista, fascista y sicaria de los designios de Washington, a convocarla a una mesa de paz para este miércoles.
Ese tercer factor podría ser la presión de algún aliado poderoso, como Brasil, cansado de ver que Maduro es una máquina de cometer errores negligentes y justificar la debacle que sacude a Venezuela con desmesuradas satanizaciones y teorías conspirativas.
La liberación de Yulia Timochenko, la ex primer ministra y líder opositora que había sido encarcelada por Yanukovich, es una prueba ucraniana del error que habría cometido el chavismo al enviar a prisión al líder opositor Leopoldo López.
También fue un error obtuso, además por cierto de una arbitrariedad antidemocrática, la tosca expulsión de la periodista Patricia Janiot y el equipo de CNN que cubría las protestas. El único programa que alcanzó a hacer la enviada de la cadena norteamericana fue un interesante y respetuoso debate entre tres estudiantes opositores y tres estudiantes chavistas.
Se hace difícil para gobiernos como el de Dilma Rousseff apoyar a un presidente que describe a los estudiantes como fascistas financiados por Álvaro Uribe y entrenados por el paramilitarismo colombiano, con el objetivo de perpetrar un golpe de Estado patrocinado por Barack Obama.
A la vista del mundo está que Estados Unidos es el principal comprador del petróleo venezolano; que lo paga a precio de mercado y que ese vínculo comercial se ha mantenido incluso en los momentos de mayor enfrentamiento político entre Washington y Caracas.
La teoría conspirativa del petróleo inflama más a la oposición, debido a que, también a la vista de todos, el gobierno chavista entrega a los países del ALBA petróleo a precios bajísimos. Y Cuba, por ejemplo, puede revender parte del stock que recibe al valor que establece el mercado internacional del crudo.
Como fuere, para descomprimir la explosiva situación que ya se cobró muchas vidas y que hasta ahora Nicolás Maduro había inflamado con represión y discursos absurdos, oposición y gobierno se sentarán ahora en la mesa del diálogo.