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Por Claudio Fantini. Nadie parece entender que lo mejor que pudo pasarle a la causa AMIA, es que Irán esté desconociendo el memorándum que firmó hace un año con la Argentina para colaborar con el esclarecimiento de la masacre.
El canciller Héctor Timerman se queja de Irán, mientras la oposición se divide entre quienes quieren interpelarlo en el Congreso y los que, lisa y llanamente, piden su destitución.
Timerman, nadie en el Gobierno, así como tampoco en la oposición, enfocan el caso con precisión. Para el controvertido ministro del kirchnerismo y el gabinete del que forma parte, Irán está haciendo fracasar una gran oportunidad de esclarecer la agresión criminal que sufrió el país. Y para la oposición, la República Islámica no hace más que confirmar el fracaso de esa iniciativa inútil.
Lo que ninguno tiene en cuenta es que la insólita decisión iraní de borrar con el codo lo que firmó con la mano, es lo único bueno que podía esperarse del acercamiento entre Buenos Aires y Teherán.
Con Irán incumpliendo el compromiso que había asumido, la Argentina queda con una prueba más de la mala voluntad de la teocracia persa frente a los esfuerzos diplomáticos del Estado agredido.
De este modo, la iniciativa del memorándum y el acercamiento al régimen de los ayatolas habrán realizado un aporte, aunque mínimo, al esfuerzo argentino, pero darán una razón más a la sospecha internacional sobre la responsabilidad iraní en la voladura de la mutual judía. Por tanto, paradójicamente, haber firmado el infructuoso memorándum habrá sido más útil que no haberlo hecho.
Si el gobierno iraní hubiera implementado el compromiso que asumió con la Argentina, habría tenido todas las posibilidades de conducir el vaporoso proceso hacia callejones sin salida o manipularlo para que arroje como resultado que Irán nada tuvo que ver con el golpe exterminador perpetrado en Buenos Aires.
La paradoja es que se trata de un acuerdo positivo para Irán si se cumple, pero si no se cumple por la negligencia iraní (como está ocurriendo) resulta para Argentina más positivo que si no se hubiera firmado.
Lo que debe quedar claro es que el error que está cometiendo Teherán favorece, en todo caso, a la causa AMIA y al país, pero no al canciller que negligentemente lo impulsó.