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Por Claudio Fantini. El fanatismo religioso ha vuelto a desafiar al Estado de Derecho. Con la masacre en París, está diciendo que en todo lo concerniente al Islam, no son las leyes de Francia las que dicen qué se puede y qué no se puede expresar.
El primer antecedente visible de este intento de poner la religión por sobre las soberanías y las jurisprudencias, fue la fetwa (dictamen sagrado) que promulgó el ayatola Jomeini exhortando a asesinar a Salman Rushdie en cualquier parte del mundo, por “ofender” a Mahoma con su libro “Los Versos Satánicos”.
Como aquella lunática instigación al asesinato logró que muchos occidentales criticaran más al escritor indo-británico que a quien instaba a matarlo, hubo otros autores amenazados por haber escrito libros que los fanáticos consideraron ofensivos. Por ejemplo, la escritora Taslima Nasrim, quien por haber publicado su novela “Vergüenza» nunca más pudo volver a vivir en su país, Bangladesh.
Con la masacre en la revista parisina Charlie Ebdo, también se alzaron voces criticando a la publicación atacada, en lo que suena a justificación de quien, “ofendido” en su religión, perpetró la matanza. En definitiva, parecido a quien critica a la mujer violada por usar la falda corta que provocó a su violador.
Si la sociedad abierta no entiende que se está atacando al Estado de Derecho en un escenario clave, el de la libertad de expresión, el fanatismo religioso seguirá aplicando la pena de muerte para imponer su ley en cualquier país y cultura en el que se encuentre.
La última generación de atentados muestra que el terrorismo actual puede multiplicarse hasta el infinito, porque ya no utiliza organizaciones con estructuras, jerarquías y comandos. La modalidad denominada “El lobo solitario” establece que cualquier persona, en cualquier momento, sin necesidad de pertenecer a un grupo terrorista, lance su automóvil contra peatones o dispare a mansalva contra multitudes, o ataque del modo que sea a quien sea.
En esta nueva faz del terrorismo global, todo fanático es un potencial terrorista que puede atacar en cualquier momento y en cualquier lugar.