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Por Claudio Fantini. Parece que hiciera un siglo, pero hace sólo dos años que en varias ciudades de Italia resonó Bella Ciao para celebrar el 75 aniversario de la caída y muerte de Benito Mussolini que causó la ofensiva aliada encabezada por el general Patton y el mariscal Montgomery.
El sábado 25 de abril de 2020, enclaustrados por la cuarentena, desde los balcones y las ventanas millones italianos hicieron oír ese himno antifascista que cantaban los partisanos que lucharon contra il Duce –como se hacía decir Mussolini- y sus aliados nazis.
Pero el domingo 25 de septiembre de 2022, mientras el Bella Ciao era cantado por miles de mujeres iraníes que se quitaron el hiyab para desafiar al fascismo de los ayatolas, las urnas italianas abrieron paso a un gobierno encabezado por los neofascistas.
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“El resultado de la elección no parece añoranza del fascismo mussoliniano, sino otro síntoma de la tendencia mundial hacia extremistas y anti-sistemas”
El 26% que convirtió a Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia – FdI) en la mayor fuerza política del país y, consecuentemente, a Giorgia Meloni como primera ministra electa ¿implica que los italianos añoran el fascismo que los hizo aliados de Hitler, quien a su vez, impulsó leyes racistas y creó campos de concentración?
El resultado de la elección no parece añoranza del fascismo mussoliniano, sino otro síntoma de la tendencia mundial hacia extremistas y anti-sistemas.
Por debajo del 30% es difícil imaginar un régimen mayoritario como el que creó il Duce.
Italia no estaría en peligro de que la democracia liberal del parlamentarismo sea reemplazada por un sistema de representación corporativista.
Aun así, el triunfo de un partido moldeado en la matriz ideológica del fascismo, es un síntoma de la patología que atraviesa este tiempo. Una preocupante derrota de la cultura liberal-demócrata, repudiada por las culturas autoritarias de izquierda y derecha.
Hermanos de Italia es, en definitiva, la última encarnación del fascismo que fundó Mussolini.
“El modelo siglo 21 del fascismo se llama Hermanos de Italia y lo lidera la nueva estrella del firmamento político: Giorgia Meloni”
La primer reencarnación fue el Movimiento Social Italiano (MSI), la fuerza política que fundaron en 1946 Giorgio Almirante y Augusto De Marsanich. Sobre el final del siglo 20, el MSI se transformó en Alianza Nacional, con el liderazgo de Gianfranco Fini y Alessandra Mussolini, la nieta de il Duce. Pero el giro de Fini hacia el centro, denunciando incluso como “mal absoluto” a las leyes raciales del régimen fascista, iniciaron una nueva mutación.
El modelo siglo 21 del fascismo se llama Hermanos de Italia y lo lidera la nueva estrella del firmamento político: Giorgia Meloni.
Ella es la primera mujer que encabeza un gobierno italiano.
El socio más moderado de la coalición es Silvio Berlusconi, antiguo jefe de Meloni en el gobierno del que fue ministra de la Juventud. El magnate y su partido Forza Italia son de centroderecha, pero el otro socio es Matteo Salvini, el líder de La Liga, quien como ministro del Interior del gobierno de Giuseppe Conte, cerró los puertos a los inmigrantes dejando que cientos de ellos mueran en naufragios.
Salvo sorpresas, el próximo gobierno de Italia dará marcha atrás en temas como la eutanasia, adoptará políticas homófobas y, paradójicamente, embestirá contra derechos de la mujer como la interrupción del embarazo, además de generar crisis en la Unión Europea.
También aplicará políticas antiinmigrantes durísimas.
Si Salvini las aplicó con insensibilidad criminal, cerrando los puertos a las barcazas colmadas de inmigrantes, cuando compartía el poder con una fuerza de posiciones moderadas como era en ese momento el Movimiento 5 Estrellas (Movimento 5 Stelle – M-5E), ahora que integrará el gobierno de una primera ministra neofascista tendrá las manos libres para actuar en las fronteras de la crueldad.
Con Meloni en el Palacio Chigi se verá que límites es capaz de cruzar un gobierno de la derecha pura y dura, sin partidos de centro haciendo de contrapeso en la coalición.
A medida que el insignificante 4% que obtuvo en el 2018 empezó a crecer, Giorgia Meloni trató de bajar decibeles ideológicos a su discurso. Comenzó por pedirle a sus dirigentes y a sus militantes que dejaran de hacer el “saludo romano”, que es el brazo extendido de los nazis, los franquistas y demás ultraderechistas del mundo que lo copiaron, precisamente, del los fascistas italianos.
Después empezó a eludir, en los discursos y entrevistas, las referencias y los elogios a Mussolini.
En las formas, Meloni se fue deslizando hacia la centroderecha de manera proporcional al aumento del apoyo que mostraban las encuestas.
Y a la elección llegó con pocas señales de la matriz ideológica que moldeo al neofascismo. En el lenguaje de las formas y de los símbolos, no queda mucho más que la figura de la llama en la que el color del fuego es reemplazado por los tres colores de la bandera italiana.
El logo del partido de Giorgia Meloni es el mismo del símbolo que preside la tumba de Mussolini. Pero la intensidad política de esa llamarada simbólica, ha ido disminuyendo.
Aun así, con el cómodo triunfo logrado en las urnas, la pregunta es si de verdad la futura primera ministra se corrió del neofascismo al centro, o si sólo se trata del camuflaje de moderación que los extremos necesitan para llegar al poder.
Seguramente, Italia no se retrotraerá al autoritarismo y la violencia política que impuso Mussolini como estructura social y como modus operandi del poder.
Tampoco hará guerras como la de Abisinia, en África, iniciada por los delirios cesaristas del megalómano Duce.
Lo que intentaría Meloni desde el gobierno es poner la marcha atrás en cuestiones socioculturales de relevancia crucial, como la eutanasia, la aceptación de la diversidad de géneros y el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo.
“En la Italia de Meloni avanzará la xenofobia con deportaciones y con más trabas a la inmigración…”
Más que el fascismo mussoliniano, Meloni expresa el conservadorismo religioso, nacionalista y anti Unión Europea y anti-liberal que expresan Vladimir Putin, el húngaro Viktor Orban, el partido neo-franquista español VOX y la ulltraderechista francesa Marine Le Pen.
En la Italia de Meloni avanzará la xenofobia con deportaciones y con más trabas a la inmigración porque Salvini no tendría los límites que le ponía su anterior alianza con Luigi Di Maio.
La intolerancia étnica, sexual y cultural crecerá desde el poder. Y en el Kremlin habrá un motivo de esperanza en poder reemplazar a la OTAN por una alianza de seguridad militar que abarque “desde Lisboa hasta Vladivostock”, como dicen los ideólogos del ultranacionalismo ruso que admiran los triunfantes conservadores italianos.