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Por Claudio Fantini. El viaje del papa Francisco pudo ser una gira más, enmarcada en la tradición que inició Pablo VI en 1964, de no ser por la osadía que mostró en algunos gestos y por la sorpresiva invitación a los presidentes palestino e israelí a encontrarse en el Vaticano en junio.
El primer gesto fue detenerse en Cisjordania, donde su anfitrión fue Mahmud Abas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), dando de ese modo un espaldarazo al debilitado líder palestino.
El segundo gesto osado fue visitar el Monte Herzl, homenajeando de este modo al fundador del sionismo. En esa colina de Jerusalén, además de las tumbas de Yitzhak Rabin y Golda Meir, está la sepultura de Jabotisnky, impulsor del sionismo extremista.
Otro gesto particularmente valorado por los israelíes es que haya visitado, además de Yad Vashem (el Museo de la Shoa, que evoca a las víctimas del holocausto por parte de los nazis), el memorial que recuerda ❝las víctimas israelíes del terrorismo”.
Pero fue sin dudas su inesperada invitación a Shimon Peres y Mahmud Abas su gesto más significativo. La negociación palestino-israelí lleva años congelada y en serio riesgo de caer en un coma irreversible. Por eso, el encuentro que se concretará el 6 de junio en el Vaticano, entreabre una puerta que ya parece clausurada.
Si el Papa en su invitación hubiera incluido al primer ministro Benjamin Netanyahu (el verdadero dueño de la decisión política en la negociación con los palestinos) habría puesto a Israel en una situación incómoda y habría corrido el riesgo de encontrar un “no” como respuesta.
No obstante, corresponde señalar los límites de la iniciativa. Shimon Peres es el presidente, o sea un jefe de Estado en un país donde el poder de decisión política está en la Jefatura de Gobierno. La autoridad de Peres es más simbólica que concreta, por eso el encuentro con Abas en Roma será más simbólico que políticamente concreto.
Bergoglio fue osado, pero sin llegar a comer vidrio. Lo que logra es simbólico, pero, sin embargo, es un aporte político importante en el marco de un proceso paralizado.
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