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Por Claudio Fantini. Un barómetro para medir la salud política de los gobiernos está en el Mundial Brasil 2014. Los más necesitados de que sus selecciones ganen, son los más vulnerables, mientras que a los que les resulta indiferente el éxito o fracaso de sus equipos nacionales son los que gozan de mayor salud económica y vigor político.
Para sorpresa de muchos, el gobierno de Brasil está mostrando una gran debilidad, porque todo parece indicar que un fracaso de su Selección resultaría demoledor para las aspiraciones a la reelección de Dilma Rousseff. Los comicios se efectuarán el 5 de octubre próximo.
Las protestas y las encuestas son contundentes en señalar hasta qué punto la presidenta necesita, casi desesperadamente, que el equipo brasileño logre la Copa que Uruguay ya le arrebató en tierras brasileñas, en la histórica final de 1950, que se jugó en el Maracaná. El mismo estadio que 64 años después hará historia: por segunda vez albergará una final. El único estadio que lo imitó fue el Azteca de México (1970 y 1986).
Líderes religiosos de todo o mundo enviaram mensagens de paz e celebração p/ a #CopadasCopas http://t.co/BGXRKNkveS
— Dilma Rousseff (@dilmabr) junio 12, 2014
Que en el país más futbolero del mundo haya masivas protestas contra el campeonato, constituye una extrañeza que a la sociología le llevará años develar. Y al insólito paisaje de multitudes protestando contra el fútbol, se suma la contundencia de las encuestas. En los sondeos de opinión queda claro que la mayoría de los brasileños (61%) no aprueba que el gobierno haya gastado en fútbol lo que necesitan las escuelas, los hospitales, otros servicios públicos y la infraestructura urbana.
No ha sido un derrumbe económico lo que motivó esta inesperada insatisfacción de los brasileños. Bastó con que la economía se estancara, para que amplios sectores de la sociedad perdieran la paciencia. Y no sólo por los gastos que insume el torneo, sino también por la corrupción.
Este punto parece demostrar que la caída en las encuestas de la presidenta, no se debe tanto a errores propios como a las volatilidades enigmáticas de la opinión pública.
Si un gobernante mostró lo más parecido a la “tolerancia” cero con la corrupción en Brasil y en toda América Latina, ha sido, precisamente, Dilma Rousseff. Ningún otro gobierno latinoamericano puede exhibir tantas renuncias y destituciones de funcionarios procesados, o simplemente sospechados, como el actual gobierno brasileño. Sin embargo, la corrupción está entre las principales quejas de los brasileños.
Quizá el humor social cambiaría velozmente en Brasil si la economía repuntara. Pero eso, en el corto plazo, no parece posible. Una eliminación del Seleccionado en cuartos de final, sería drástico para Dilma Rousseff.
Por tal razón, Dilma sabe que su imagen puede fortalecerse si el equipo nacional gana la Copa, pero puede desplomarse drásticamente sino pasa de los cuartos de final. En ese caso, el campeonato habrá sido un gol en contra para la presidenta.
11/06/2014 | Larga el mundial y la selección derrocha optimismo.
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