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Por Claudio Fantini. ¿Los escasos brotes verdes de 2017 se están secando en 2018? ¿Qué datos hay que mirar para entender el rumbo económico de Mauricio Macri? ¿Los hoteles llenos del fin de semana largo de Carnaval? ¿O la sangría de dólares que se van al exterior con el turismo y las importaciones?
Un artículo publicado por el diario montevideano El Observador, enumera una larga serie de señales alarmantes:
● El déficit de cuenta corriente, que avanza vertiginosamente situándose ya en 5% del PBI.
● Un rojo en la Balanza Comercial, que alcanza el récord de U$S 8.500 millones.
● Metas inflacionarias en las que nadie cree y los actores económicos ignoran.
● La caída en la cotización de los bonos soberanos, mientras aumentan los que emiten otros países de la región.
● Un déficit estratosférico que sólo se puede financiar con deuda externa, y cada vez más cuesta arriba por la trepada de las tasas internacionales de interés.
El corresponsal uruguayo Fernando Gutiérrez, al igual que otros periodistas económicos locales, recogió de los círculos financieros y de los consultores una gran gama de afirmaciones y advertencias tremendistas. Esa sensación de cataclismo, que han comenzado a difundir ciertos círculos financieros y encumbrados analistas, concuerda con lo que repiten los allegados a Cristina y los sindicalistas: Macri se cae; Macri no llega a 2019.
Inflation Stalks Macri in Argentina https://t.co/LMS4MAguyE
— MaryAnastasiaO’Grady (@MaryAnastasiaOG) 12 de febrero de 2018
Los voceros económicos que anuncian derrumbes abruptos inminentes, están interesados en derribar el “gradualismo” con el que el Gobierno maneja las cuentas públicas, del mismo modo que ciertos sindicalistas y dirigentes cristinistas están interesados en derribar a Macri.
Más allá de lo anterior, los datos que mencionan son alarmas que llevan tiempo sonando en la economía.
A esta altura, el Gobierno debiera desmentirlas de una manera que resulte creíble (lo que no parece que le resulte fácil) o replantearse lo que está haciendo, ante la evidente falta de resultados perceptibles para la población y para los empresarios, que siguen sin invertir en el país.
Cambiemos también debería tomar en serio los movimientos que se registran en el peronismo. Hasta ahora, se limita a comentarlos de manera desdeñosa. Y, ciertamente, la mezcla del agua y el aceite peronista suena más a conspiración que a pactos serios para elaborar alternativas serias.
Sin embargo, el acercamiento de tantos conspiradores, a los que se están sumando un cúmulo de oportunistas, así como la posibilidad de que obtengan una bendición política del papa Francisco, muestra que el peronismo huele sangre. Y para eso, el peronismo tiene un olfato poderoso.
«El acercamiento de tantos conspiradores, a los que se están sumando un cúmulo de oportunistas […] muestra que el peronismo huele sangre«
Es posible deducir que el ex cardenal Bergoglio está moviendo hilos para unificar a kirchneristas y peronistas antikircheristas, en un frente que no lideraría Cristina ni postularía a la ex presidenta, pero utilizaría su poder e influencia para protegerla de las embestidas judiciales a ella y a todos los ex funcionarios y sindicalistas acusados de corrupción.
Observar detenidamente los movimientos en la vereda peronista, para detectar el arribo constante de nuevos conspiradores y oportunistas, debiera convencer a Macri de que la situación es más grave de lo que le describe «la mesa chica», que lo está encerrando y aislando. Sería negligencia política no relacionar esos movimientos intrigantes con los datos alarmantes que se acumulan en la economía.
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