Por Claudio Fantini. Nicolás Maduro intenta llenar con radicalización ideológica y persecución política el vacío de liderazgo por el que transita su gestión como presidente de Venezuela. Mientras la economía sigue entumeciéndose como si avanzara lentamente hacia… una esclerosis total, la estructura del poder chavista cruje y da señas de agrietarse.
La creación de un ente ampulosamente llamado Órgano Superior de la Economía, ha lanzado un festival de medidas que terminan desvaneciéndose en la intrascendencia.
Los dos bloques
El crecimiento del descontento social y la multiplicación de los problemas están generando dos bloques dentro del gobierno.
● El bloque de «los Pragmáticos». Este sector tiene como referente al ministro de Finanzas, Nelson Merentes. Este grupo sostiene que la economía venezolana necesita menos controles y más libertades para el sector empresario, por cierto sin llegar a niveles “neoliberales”.
● El bloque de «los Ideológicos»: Están encabezados por el ministro de Planificación, Jorge Giordani. Éstos proponen más controles estatales y más profundización del modelo chavista.
Por el momento, a la pulseada la gana el sector ideológico. Por eso Maduro enfrenta cada problema, por un lado atribuyéndolo a una conspiración de “la burguesía amarilla y fascista”, y, por otro, implementando medidas cada vez más intervencionistas y, a veces, desopilantes.
Por ejemplo, la Ley de Trabajo que implementó Hugo Chávez, al imponer dos días francos consecutivos y un tope de 40 horas semanales de trabajo, tenía el objetivo de que las empresas tomen más empleados. Pero no fue eso lo que hicieron, sino que ajustaron sus estructuras a la nueva legislación, lo que redundó en un deterioro de la atención al público. En los supermercados, la falta de cajeros hace a la gente padecer largas colas para pagar por pocos productos, cuyos precios crecen día a día.
La receta de Maduro
¿Cómo enfrentó Maduro esta suma de poco empleo, inflación y desabastecimiento? Enviando milicianos chavistas a las cajas de los supermercados, algo que tuvo tanto éxito como la decisión de Guillermo Moreno de mandar La Cámpora a hacer control de precios.
El origen del problema no está en las decisiones de Maduro, sino en las que tomó en su momento Chávez. Por caso, las largas filas de automóviles en las estaciones de servicios es un problema originado en la decisión del líder bolivariano de clavar el precio del combustible en los niveles de 1996. La consecuencia fue el cierre de un alto porcentaje de estaciones, razón de las aglomeraciones en las pocas que aún resisten.
Pero a la hora de revertir la situación, el actual gobernante muestra una gran inoperancia que oculta de dos maneras:
1 Victimizándose y denunciando una guerra económica de los enemigos de la revolución bolivariana;
2 Con la aplicación de medidas destinadas a censurar y a incrementar la persecución política.
La más clara y preocupante de estas iniciativas fue la creación de un Centro Estratégico de Seguimiento y Protección de la Patria. Su misión será, según el propio gobierno venezolano, “monitorear y neutralizar posibles amenazas de enemigos internos y externos”.
En rigor, el peor enemigo del gobierno puede ser su incapacidad para corregir un modelo económico que, a casi 15 años de su aplicación no logró que Venezuela importe menos del 95% de lo que consume, ni diversificar la producción, que sigue siendo tan exclusivamente dependiente del petróleo como en los lejanos tiempos en que se alternaban en el poder los socialdemócratas y los democristianos. ●