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Por Héctor Cometto (Periodista deportivo y columnista de Teleocho Córdoba). Allá por la década de 1970, la voz más conocida hoy en la Argentina -Marcelo Tinelli- salía desde los vestuarios en las transmisiones de José María Muñoz.
Osvaldo Wehbe, uno de los grandes…
… descubrimientos del “Gordo”, empezaba a relatar, compartiendo equipo con ese flaco no tan flaco, sonriente, entrador, que nos conseguía las entradas para ir a Boedo y que ni soñaba con la vida que vendría después.
Yo empezaba en Río Cuarto con Osvaldo y el contacto con él era constante: los dos, Wehbe y Marcelo Tinelli, son alevosamente “cuervos” (hinchas de San Lorenzo). Son dos de los hinchas más fanáticos que vi, sólo los separa del paravalanchas de la pasión, la profesión, original en uno, definitiva en el otro, de periodista deportivo.
El segundo argentino más influyente detrás de la Presidenta ganó las elecciones como vice de Matías Lammens y arriesga mucho para meterse a dirigir el club. El síndrome River pegó fuerte: el que puede modificar el destino se mete antes. Después de la catástrofe se ayuda, pero no se llega a cambiar el capítulo negro del descenso. El ejemplo es Gerardo Martino, que arriesgó todo el prestigio para volver a Newell’s… a tiempo.
El rubro dirigencial en fútbol es como el político en general, pero con arcos, y los resultados pueden dar por tierra con las mejores intenciones. El rating es el arco de la televisión, pero en el fútbol no dependerá directamente de él como en Showmatch.
Y le acerca varios de los mejores momentos en relaciones de vida, motivo de unión con su padre y abuelo, y gran cable a tierra para compartir con su hijo. Esa es y será una de las grandes virtudes del fútbol: una razón para compartir con el sentimiento más profundo. El «1» baja a la Tierra, busca ser terrenal y hacer pie firme aún ante el barro, ciénaga o grieta.
Si no sobrevive, el hijo, Wehbe y todos los de Boedo no podrán reprocharle que no lo intentó.